miércoles, 26 de abril de 2017

Envejecer adecuadamente o morir en el intento

Por: Sofía Valdez

¿Sabías que?

Datos y cifras de la Organización Mundial de Salud revelan que:

  • La población mundial está envejeciendo rápidamente. Entre 2015 y 2050 la proporción de la población mundial mayor de 60 años se multiplicará casi por dos, pasando del 12% al 22%.
  • Aproximadamente un 15% de los adultos de 60 años o mayores sufren algún trastorno mental.
  • Los trastornos de ansiedad afectan al 3,8% de la población de edad mayor y los problemas por abuso de sustancias psicotrópicas, casi al 1%.
  • Se calcula que en el mundo hay unos 47,5 millones de personas aquejadas de demencia. Se prevé que el número de estas personas aumentará a 75,6 millones en 2030 y a 135,5 millones en 2050.
  • La depresión unipolar afecta a un 7% de la población de ancianos en general y representa un 5,7% de los años vividos con una discapacidad entre las personas de 60 años de edad y mayores
Si el ritmo vertiginoso de la sociedad actual es estresante para los más jóvenes, la peor parte se la llevan las personas mayores. La ciudad es un ejemplo de lo poco amable que es el entorno, simple, ¿han notado lo difícil que es caminar por las calles del centro de las diferentes ciudades que conforman nuestra querida comarca lagunera? Baches, semáforos que cambian con rapidez en calles anchas donde cruzar se vuelve un deporte extremo, alcantarillas abiertas, banquetas disparejas, etc. ¿Se han imaginado lo difícil que será trasladarse para un adulto mayor? ¿no?. 
Los prejuicios de la sociedad hacia la vejez crean una especie de cerca, como si se tratasen de "otros" cuya realidad es incompatible con la nuestra, pese a que tendremos el mismo destino.

En esta última etapa, se espera que exista una aceptación de la vida propia para poder aceptar así la próxima muerte. Las personas que han alcanzado esta aceptación, sienten que su vida tiene un significado, así este sentido de que son verdaderamente importantes les permite aceptar el hecho de que pronto van a morir.

Un destino diferente es el que pasa con el anciano que se lamenta de los errores cometidos y de los sueños no cumplidos. Frustrado y condenado porque ya es demasiado tarde para enmendar la pobreza de los años pasados, esta persona siente terror por la muerte. En palabras de Erikson, la emoción que acosa a este individuo en sus últimos años es la desesperación. 

Si se resume lo anterior, en la etapa de integridad contra desesperación, la primera resulta cuando las personas se sienten contentas, tranquilas y sin miedo a la muerte; en su contraparte, la desesperación, las personas no tienen esperanza, se sienten deprimidas y aterrorizadas por la muerte inminente.

Si partimos de este punto, la atención psicológica a adultos mayores tiene como objetivos

1. Proveer al paciente con experiencias que contrarresten la distorsión de la realidad.

2. Facilitar comunicaciones realistas y significativas con otros. 

3. Facilitar una participación satisfactoria con otros. 

4. Reducir la ansiedad y aumentar el confort. 

5. Aumentar la autoestima.

6. Proveer de introspección hacia las causas y manifestaciones del proceso de envejecimiento. 

7. Movilizar y motivar hacia la creación y productividad a su nivel.


Respeto, atención, y cariño son los tres principios básicos en la relación con nuestros mayores.

Respeto a su momento psicofísico, a su ritmo propio, a sus valores y concepciones, a sus comportamientos, a sus deseos, a su propia organización de la vida. Los mayores tienen derecho a elegir como quieren vivir, porque inmiscuirnos e imponer nuestros criterios equivale a un abuso de poder y una falta de respeto a su libertad. La atención al adulto mayor será siempre desde una escucha abierta, positiva, y sin juicios de valor ni prejuicios. Esta escucha de la que hablo está teñida de aprecio, consideración, cercanía y acompañamiento.

Ya en el último de los tres principios citados, el cariño, pero no me refiero a ese cariño ñoño, empalagoso, sino más bien a ese cariño que se transmite a través de ese interés por lo que les ocurre a nuestros mayores, por el respeto, la escucha, ese tiempo de dedicación.


miércoles, 19 de abril de 2017

Soy como tú, aunque aún no lo sepas

Por: Sofía Valdez

Mientras el conocimiento científico avanza, la sociedad muy a menudo sigue anclada en estereotipos heredados, que producen discriminación hacia las personas que padecen problemas de salud mental. Un error muy común es pensar que la enfermedad mental no es “algo que alguien tiene”, sino “algo que alguien es”. Si tiene esquizofrenia, pasa a ser “esquizofrénico”; si sufre depresión, es una “depresiva”. Algo que actualmente no sucede con otras enfermedades, es decir a quien padece cáncer no se le llama “canceroso”. Se identifica completamente a la persona con la patología y se lanzan sobre ella todos los prejuicios generados por falsos mitos.

Una vez que la sociedad subraya la diferencia, resulta muy difícil para la persona ser aceptada. 

Pero, hasta donde repercute la falta de empatía por comprender ¿Que es, y que NO es un trastorno mental?, ¿Cómo afectan estos estereotipos a la persona que presenta la enfermedad mental?, ¿Son estos prejuicios algo más que herramientas para crear el nuevo personaje de película de ciencia ficción?

La persona con enfermedad mental debe afrontar una doble dificultad para recuperarse:

1.- La enfermedad en sí

2.- Los prejuicios y discriminaciones que recibe por padecerla.

Es el estigma social, una carga de sufrimiento que incrementa innecesariamente los problemas de la enfermedad y constituye uno de los principales obstáculos para el éxito del tratamiento y de la recuperación. 

Los sentimientos de vergüenza y estigmatización que se provocan con respecto a la enfermedad entre quienes la padecen y sus familiares, son la causa que actualmente muchos enfermos no estén diagnosticados ni tratados, especialmente al comienzo del trastorno, cuando el éxito del tratamiento es mayor. Asi mismo el miedo de la sociedad cierra a estas personas muchas puertas, sanitarias, laborales, de vivienda o de relaciones interpersonales.

Una de las consecuencias más graves de la discriminación es la creación de autoestigma (que nace cuando la persona asume esas creencias que la sociedad tiene en torno a su enfermedad)

Los prejuicios en muchos casos afectan al enfermo hasta el punto que los asume como verdaderos y pierde la confianza en su recuperación y en la capacidad para llevar una vida normalizada. Se generan así reacciones emocionales negativas se pierde la sensación de dominio sobre su situación personal, generando sentimientos de incapacidad de buscar trabajo o vivir de forma independiente y es posible que ni siquiera lo intente. Ello le puede llevar a fracasar en su tratamiento, y a rechazar más la enfermedad mental que los propios familiares o el personal de los servicios de salud que lo atienden.

Por último, no debemos olvidar que Normal es tan solo un término estadístico que indica la pertenencia al grupo más frecuente, sin implicar ningún juicio valorativo. Así pues tener un trastorno mental no es “normal” puesto que solo lo padece una parte de la población. Aunque igualmente tampoco es “normal” no padecer ninguna enfermedad, odiar el fútbol, o no haber reprobado nunca un examen, etc.



domingo, 16 de abril de 2017

El parque




Por: Juan Eusebio Valdez Villalobos.


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“Deberías de escribir del niño moreno de master chef”. Me dice mi hermano al momento que caminamos rumbo al parque Morelos a fumar un cigarrito rodeado de árboles. Cabe mencionar que el parque es uno de mis lugares predilectos de la ciudad de Gómez Palacio. Recuerdo que de más morro, junto con mis primos y amigos era donde se armaban las retas, justo en el escenario usado en ese entonces por ancianos cantores los sábados. Hoy desconozco si siguen haciendo esto. Espero que sí.

Sentados en una banca  frente el quiosco central del parque, impregnados por el olor a cloro de la alberca de a un lado. Mi hermano y yo discutíamos del racismo y clasismo mostrado en las redes sociales ante un hecho que pareciera muy común en nuestra hermosa sociedad. “Es como cuando vas a jalar a la casa del patrón y te enamoras de su hija, la güerita” decía un comentario facebookiano referente a la idea generalizada de que, el niño moreno con rasgos indígenas pudieran emparejarse con una niña de rasgos europeos.

Burlas, memes, clasismo en forma de chiste, racismo ante nuestros grupos indígenas. Es lo que se leía en los comentarios. Mi hermano indignado agitaba los brazos al ver la pantalla de su Alcatel. El un amante del humor negro y defensor de la comedia con contenido, como él la llama. Le parecía burdo y estúpido hacer chistes de un hecho que parecía que nos devolvía a la época de las castas.

“Pero, tú te burlas de Kevin y Brayan, no seas hipócrita “.Le comento a mi carnalgas, esperando dejarlo callado. El cual él se ríe y tira la colilla de su cigarro. Mostrando una sonrisa como quien va a sacar oro de su boca, dice: “¿Tú crees que me río de la desgracia de la gente pobre?… Estas mal guey… Yo cuando hago un chiste referente a las luchonas o reguetoneros, no me rio de ellos. Mi comentario es para burlarme y ver lo absurdo de ese pensamiento. Incluso señalar a la gente que cree en esos estereotipos. Jajajja te creí más listo cabron”. A continuación, nos encontrábamos envueltos en carcajadas para bajar la ansiedad ante la caldeada conversación. Después, nos levantamos y seguimos caminando por el pequeño parque.

Al llegar a la nieve Chepo. Ricas y muy conocidas por la gente de Lerdo y Gomitoz. Sin ganas de nieve, pero sedientos, compramos una botella de agua y seguimos con nuestro paseo. Al adentrarnos al parque, nuevamente. Mi carnal pensativo, se detiene  y de su boca sale: “Ayer estuve platicando con mi papá. ¿Sabías que vivió de mojado con los gringos?”. Asentí con la cabeza  y recordé que en alguna ocasión mi padre me había contado esa parte de su vida, incluso me enteré de sus experiencias con la marihuana y los hippies. Anécdotas chidas.

Mi hermano aun pensativo y dispuesto a seguir platicando me decía: “El esfuerzo de nuestros jefes, hicieron  que estuviéramos aquí, con la posibilidad de disfrutar un cigarro en un parque pichurriento, pero que para nosotros nos recuerda la vez que atropellaste a mi jefe con la bici, cuando aprendías a usarla o los partiditos de fut con estos gueyes… Estoy orgulloso de mi familia”. Yo para este momento me quedaba pendejo con los pensamientos que salían de mi carnal. La nostalgia se paseaba por mi pecho, he de admitir.

Al llegar a la casa de mis padres. Sentados en las jardineras, fumando otro cigarro. Se abre la puerta principal y aparece mi padre dispuesto a platicar del próximo juego del Santos. Lo interrumpo y le pregunto: ¿Alguna vez te han discriminado, por ser pobre o mexicano?”. Sorprendido por la pregunta y volteando hacia el suelo respondía con la cabeza que sí. ¿Qué hiciste? Preguntaba yo. “Los mande a chingar a su madre y me fui a trabajar”.

El problema de la mamoneria y racismo en México, no es cuestión de humor ni de lastima. Sino es cuestión de consciencia y reconocimiento. Porque estoy seguro que las ideas segregarías y separatistas no influirían en nosotros, si dejáramos de compararnos y de intentar de entrar en sociedades con otros principios y rechazando los propios. Al final de cuentas, ya debemos de hacer nuestro propio camino. En pocas palabras: Que chinguen a su madre y vamos a trabajar.

martes, 4 de abril de 2017

Hablemos de: Suicidio

Por: Sofía Valdez

Hace unos días recordé la frase de aquel novelista, ensayista, dramaturgo, filósofo y periodista francés que por allá en 1957 se le concedió el premio nobel de literatura por «el conjunto de una obra que pone de relieve los problemas que se plantean en la conciencia de los hombres de la actualidad»

“Sólo existe un problema filosófico verdaderamente importante: el suicidio.”- Albert Camus

Actualmente la frase de Camus debería especificar que, más que un problema filosófico, el suicidio es básicamente un problema médico. Y esto puede afirmarse rotundamente, ya que las estadísticas demuestran que el 95% de las personas que mueren por suicidio sufren algún tipo de trastorno mental.


Esto demuestra que, lejos de la idea romántica que convertía el suicidio en una opción personal, o de la expresión de la libertad del individuo, éste es tan solo una expresión más, la más trágica, del sufrimiento que conlleva una enfermedad psíquica.


El suicidio suele producirse durante las siguientes fases:
  • Problemas afectivos (desamor o violencia)
  • Ausencia espiritual (conflictos de personalidad, existenciales y trastornos mentales)
  • Problemas económicos y sociales (abandono del hogar o padres, bullying)
  • Depresión y enfermedades crónicas (una de las características determinantes es la presencia de dolor).

La persona afectada tiene la sensación de que su vida carece de sentido, se siente fracasada e inútil, y cree sinceramente que su desaparición será un descanso para ella y los que le rodean. Como ha perdido la capacidad de gozar tiene la sensación que la vida es algo vacío y que no vale la pena.

Es muy difícil hacer comprender a una persona que se encuentra en este estado que su visión dramática de las cosas se debe a una enfermedad o a una fase de su vida, y que con un tratamiento adecuado, en pocas semanas recuperará la objetividad y ya no deseará la muerte.

El índice de intentos de suicidio frustrados ocupa una cifra considerable, cerca de un tercio de los pacientes han llevado a cabo algún intento de suicidio, y en algunos casos más de uno. 

A veces el intento es leve y puede expresar una necesidad de ayuda más que una autentica intención de morir, pero incluso los intentos más inofensivos indican que la idea de la muerte se encuentra presente de un modo más o menos próximo a lo que hay que poner remedio.

Los intentos de suicidio y sobre todo la consumación generan graves consecuencias en los familiares, quienes lejos de sentirse aliviados con el descenso de su pariente, suelen pasar a un infierno psicológico, que por lo general incluye sentimientos de culpa, desesperación e incluso pensamientos suicidas.

¿Qué hacer?
  • Pedir a un familiar o amigo que se mantenga cercano, física y emocionalmente.
  • Mantener la calma: una actitud relajada.
  • Escuchar: dar oportunidad y estimular a la persona que exprese sus quejas, angustias, miedos y dolor.
  • Respeto y comprensión.
  • Explorar alternativas ante los problemas manifestados.
  • Buscar ayuda especializada.

Para finalizar, mientras escribía este pequeño artículo recordé una canción, que quizá podría hacernos ver el suicidio de una manera más empática. así que, les dejo en link ¡Que la disfruten!.


miércoles, 22 de marzo de 2017

FAMILIA CONTRA ENFERMEDAD



Por: Sofía Valdez

Hace un tiempo me topé con una historia que me hizo reflexionar sobre la importancia de la atención psicológica para el núcleo familiar y no solo para el paciente como individual, la cual comparto con ustedes:

Se trata de un caso de un paciente oncológico, varón adulto con metástasis múltiples en el sistema digestivo en estadio III, y progresivo deterioro y condición física. Centrada la atención del personal sanitario y paramédico en aportar apoyo y ayuda al paciente, nadie se percató de la angustia que iba desarbolando la vida mental de su esposa. Mujer muy dependiente, deprimida, atemorizada y sin recursos emocionales o instrumentales para enfrentarse al cáncer de su marido, eligió terminar con su vida a través de una ingesta masiva de pastillas. Según dejó testimonio escrito en su diario, se veía incapaz de afrontar la prueba de contemplar día a día la destrucción de la vida y cuerpo de su joven esposo, y de vivir un futuro en doliente soledad. Igualmente decisivo fue el hecho de sufrir cómo, frente al diagnóstico de cáncer y posteriores ingresos hospitalarios de su marido, tanto amigos como familiares como compañeros de trabajo les hicieron el vacío, dejaron de llamarles y les dejaron solos y sin ninguna ayuda frente a la enfermedad, lo cual ocurre frecuentemente también en otros casos. Tras el suicidio de la esposa, antes de dos semanas siguió el del marido, como expiación del peso de la culpa de saberse causa de la desaparición de su mujer, a la que amaba.


Cualquier persona que haya tenido a su cargo familiares que hayan padecido ésta o cualquier otra enfermedad, estará de acuerdo conmigo en que los "cuidadores" son, en muchas ocasiones, los grandes olvidados a pesar de haber sufrido en primera persona angustia, impotencia, dolor, o desesperación, emociones y sentimientos que, también en muchos casos, hay que ocultar bajo una coraza para poder reunir las fuerzas necesarias que nos hagan seguir adelante y no desfallecer.


Las reacciones de miedo, incertidumbre, incredulidad, rabia o tristeza forman parte del proceso emocional y varían su intensidad a lo largo de la enfermedad. Dado que cualquier enfermo, no solo el que padece cáncer, no vive en aislamiento, parecería en principio lógico y obvio que los centros hospitalarios deberían interesarse por la familia que es lo más inmediato al paciente, la que le conoce mejor, la que pasa más tiempo con él, con la que mantiene vínculos emocionales más intensos, y de la que se puede obtener mayores y mejores recursos de apoyo para el enfermo, además, se desperdicia también de forma gratuita una privilegiada fuente de información de primera mano sobre el paciente y su evolución, así como una importante vía de intervención eficaz y de apoyo co-terapéutico. Debería ser contemplada la familia por el profesional de la salud como una imprescindible y activa aliada en la lucha contra la enfermedad, y no como un ente pasivo y potencialmente molesto que hay que mantener en la periferia del problema exclusivamente médico.
De ese punto parte la necesidad de promover la atención psicológica para familiares de pacientes con cualquier tipo de enfermedad. El objetivo de que los familiares de pacientes obtengan atención psicológica son:

- Que el familiar identifique cuales son las emociones y conductas que el diagnostico le provocan, para así, desde su estabilidad emocional ayudar al paciente enfermo

- Aumentar la empatía y mejorar la comunicación familiar- paciente.

- Que el familiar tenga conocimiento sobre la enfermedad a la que se enfrentan ayudará a que este, se convierta en monitor para detectar, síntomas de alerta, conductas anormales, avances o prevenir recaídas.

- Mayor adherencia al tratamiento

El familiar de un paciente, no debe olvidar que antes de ser el hermano, la mamá, o el primo del paciente enfermo, es primero un ser individual al cual también el diagnostico le impacta. Por lo que al obtener atención psicológica podrá reconocer sus emociones y conductas frente al suceso, lo cual hará que el apoyo que brinda a su familiar sea de una mejor calidad.

domingo, 5 de marzo de 2017

La prudencia


Por: Juan Eusebio Valdez Villalobos

Te amo Santos. Te odio Santos. Siempre haces lo mismo. Juegas con mis sentimientos. Me elevas hasta tocar al mismísimo Dios y chocarlas con él. Solo para bajarme en 10 minutos y convertirme en nada. Vivir y morir en dos horas. Amar y odiar la vida en solo una jugada.  Recuerdo que ese día contra Monterrey, te pasaste de la raya. Esa noche, al pitar el árbitro el final, te odié.

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El futbol en mi familia se ha convertido en  rutina, más si el involucrado es el Santos. Todo empieza el lunes, donde la conversación cada vez que veo a mi padre y mi hermano, empieza con la pregunta: ¿Cómo vieron al Santos? La respuesta va dependiendo del resultado. Respuesta tan diferente como los resultados posibles en nuestra liga local. Viva México .Por ejemplo: Si gana 3-0 al Veracruz, puede que digamos, se jugó bien, pero recuerden que son los tiburones y fue en el Corona, prudencia muchachos. En caso contrario sería el resultado en el Azteca contra el América, digamos un triunfo 1- 0.   El común denominador de las respuestas  seria: Se jugó  bien y ya huele a campeonato. Venga Santos.

Entonces digamos que los resultados en el futbol son un reflejo de nuestra prudencia. No es lo mismo que el equipo gane a un Veracruz que viene en último del descenso, a ganarles a unas Águilas en el azteca, después de que los plumíferos fueron campeones. La respuesta depende del contexto. Pero ¿qué pasa? ¿Cuándo nuestras respuestas no son acorde a la realidad?

¿Qué pasa cuando se juega una final?

Hablemos de una. Era miércoles, era final de la copa de campeones de CONCACAF, concachafa para algunos. Un título negado para los guerreros. Esa noche contra el odiado rival, deportivamente hablando, los Rayados. Juego de vuelta, después de un empate como locales, en el TSM. En mi casa haciendo tradición, nos encontrábamos, mi carnal y mi padre, alentando.

Sudados, groseros y sin poder sentarnos. Veíamos a través de la pantalla como el equipo, en ese entonces dirigido por Caixinha, daba un repaso de tocar la bola a los soberbios regiomontanos. El titulo era nuestro. El equipo con dos de ventaja y gustando, aquí la prudencia no existía. Oí a mi papá decir: “Ya somos Campeones”. Mi hermano en cada pase logrado, soltaba un alarido y después aplaudía. Todo era felicidad. Yo era feliz.

Segundo tiempo, minuto 15. Santos con una ventaja de dos goles. ¡Alto! Gol de Tano De Nigris “Pinche tronco, no se podía ir sin que le metiera uno a Osvaldo” Decía yo a la televisión, sin tapujos ni prudencia, aventando un cojín del sillón, a la pared, donde está la foto familiar. Típica  foto donde todos rodeamos a nuestra madre, vestidos con el el traje que solo volvemos a usar en alguna graduación o en la boda de un primo.

  En la sala habían desaparecido los hombres formales de la foto, en cambio había leones ansiosos. “No importa, vamos ganando”, mi padre calmaba a las bestias, como domador de circo. Cinco minutos para el final del partido. Sentí como un aire frio cruzaba por mi espalda. “Puta” gritó mi hermano mientras los de monterrey festejaban el gol que nos empataba.

Hay una idea entre las mujeres, la cual es que los hombre jamás sabremos que estar embarazados. Créanme, esa noche en la sala de mí casa,  los varones de mi familia presentamos varios síntomas. Manos sudorosas, bochornos,  retortijones. Queríamos que acabara ya todo, ya queríamos tener en nuestras manos al bebe transformado en copa, bueno en las manos de los jugadores. Pero nosotros queríamos verlo. Queríamos festejar.

“Te odio Santos”. Me decía en voz baja, al momento que un disparo cruzado se incrustaba en nuestras redes. No había cojín en que descargar mi ira. Salí de la habitación, no dije nada, volví solo para ver como el Monterrey levantaba a nuestro bebe. Los Rayados al final remontaron. Campeones.

Adiós Campeonato. Adiós venganza. Hola desilusión. Hola desesperanza. Esto no era forma de vivir el ombligo de semana. Silencio, todo inmóvil. Solo tres bultos envueltos con color verde y blanco que se voltean a ver con miradas tristes de vez en cuando, es lo que se distingue en la oscuridad. Ya no hay enojo. Solo tristeza absoluta.

Volviendo a la pregunta de arriba, antes de que mis lágrimas empiecen a salir de nuevo por los recuerdos. Imagínense que tu día fuera como el partido del Santos esa noche. Imagina que la prudencia no exista. Imagina que vives de la expectativa del otro, que jamás te reconocerá. Piensa en las palabras que no son escuchadas. Imagina el terror de convivir con alguien que sabes que no te valora. Ahora imagina que todo el mundo te dice que eso se llama “Amor”. Y tú te la crees.

 Al final del día mis reacciones por un juego del Santos son intranscendentes, incluso catárticas.  Ahora imagina que todo lo que describí arriba, fuera tu realidad. Ahora imagina que no reaccionas con prudencia. Imagina que reaccionas fuera del contexto. Imagina que siempre estás pensando en lo que sería o en lo que fue.  Imagina que vives en un juego donde remontan al Santos, todos los días.

Ahora, no imagines. Piensa y yo te pregunto: ¿Te gusta lo que estás viviendo?  Si no ¿Qué estás haciendo para cambiar? Recuerda como aficionado no podemos cambiar las reacciones y resultados del equipo de futbol. Caso contrario cuando nosotros somos los que tomamos las riendas de nuestro camino, de nuestro propio juego de futbol.




sábado, 4 de marzo de 2017

¿Por qué vas al psicólogo?

Recientemente, estaba con una amiga y después de haber platicado durante un tiempo con ella le dije: "ya 'me voy, si no voy a llegar tarde con mi psicólogo". A lo que ella sorprendida me dijo: ¿y tú? ¿por qué vas al psicólogo?. La mejor respuesta que se me ocurrió en ese momento fue: "porque me gusta ir". 

En el camino iba pensando en esa pregunta, que parecía muy simple y sin intención, pero que hizo ruido en 

Primero pensé en el hecho de la sorpresa que le causó que yo asistiera al psicólogo. En ocasiones anteriores han comentado que no parezco el tipo de persona con problemas y posiblemente ella tenga el mismo concepto de mí. Siendo honesta, hasta cierto punto tienen razón. Hoy mi vida no está llena de problemas, estoy en un punto  en donde me siento feliz en el aspecto familiar, personal, laboral, de salud, etc. Esto es gracias a “ ir con el psicólogo”.
No estoy diciendo que es una vida perfecta, pero definitivamente no es una tragedia griega. 

Hace un año apenas me había graduado de la universidad, había decidido tomar un tiempo antes de comenzar a trabajar, para organizarme y saber qué quería hacer y una de las primeras cosas fue ir al psicólogo.

En un  lapso menor de lo esperado yo había iniciado con grandes cambios. Tomé una decisión sobre los pasos que quería dar, mi certeza me permitió mejorar las relaciones con la familia, con mis amistades, incluso  incursioné en el terreno laboral antes de lo planeado. 
Dicha pregunta volvió mi atención a los cambios que realice en mi vida en el último año y cómo el psicólogo me ayudó

Imaginen esta escena:

Yo llorando esperando un abrazo, que me apapachara, que de sus boca saliera un: "Te comprendo" Tal vez habría hecho el momento mas fácil y ameno, donde las risas invadieran el consultorio. La realidad fue que me siguió interrogando , me obligó a ir mas allá de lo que nunca hubiera llegado.

Sin embargo. Entendí su función , era el de guía , me llevó por un camino donde mi perspectiva cambió. Poco a poco las situaciones se han acercado a un panorama donde la armonía se conectó con mis impulsos de vivir. Mi visión alcanzó una profundidad que me permite sentir el mundo.

Me doy cuenta de que no es necesario "tener problemas" para ir con un psicólogo. Puedo concluir que todos de vez en cuando, deberíamos de ir con un psicólogo, no para que te saqué de tus conflictos. Sino que te ayude a encontrar tus propias herramientas para afrontar las crisis que aparezcan. Así, hacer de nuestros retos, experiencias enriquecedoras.

Krizia Rivera Floriuk

domingo, 26 de febrero de 2017

Hoy maté a mi padre.


Hoy mate a mi padre.
Por: Juan Eusebio Valdez Villalobos

¡Que muera el rey!  ¡Viva la Republica!  ¡Muerte al rey! ¡Viva el pueblo!

Hoy maté a mi padre con mis propias manos, Me miró y sonrió en el momento que mi espada atravesaba su pecho. Cerró sus ojos  y jamás los volvió a abrir. Al momento de parar su respiración, la mía comenzó a agitarse, a ir más rápido. Mis manos aun temblando debido a la intensidad del momento. Soltaron la espada. Lo supe, al fin. Mi reino. Mi libertad. Al matar a mi padre. Mo revolución terminó. Mi Independencia explotó.

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Mi madre trató de consolarme, de envolverme en sus brazos. Pude sentir su calor sin culpa. Pude darle un beso en la frente sin remordimientos. Arrodillada, se quedó ahí viendo como yo bajaba el balcón y me entregaba hacia la multitud. La cual eufórica me impedía el paso. Tire puñetazos y codazos a esa masa anónima. Ya no me importaba cargarlos. Entre rostros desconocidos ahí estaba ella. Solo quería tocar sus manos. Ver su piel color blanco. Quería crecer. Quería dejar mi propio legado. Historia que ya había comenzado incluso antes del asesinato.

Verla con los ojos cristalinos. Hicieron que mis piernas se convirtieran ramas de árboles movidas por el viento. Al tocarla sentí como la vida misma bailaba a mí alrededor. Pude ver al fin, mi tierra. Pude apreciar esa belleza que se encuentra en la fealdad que tanto tiempo contemple. Al fin mis piernas sucumbieron al viento, caí. Al tratar de incorporarme pude ver mi reflejo en un charco. Si llovía no lo recuerdo. Solo sé que al verme. Mis lágrimas brotaron. No había culpa. Había felicidad. Sentí el poder de mi nación. La energía de mi esencia brotaba por cada poro de mi piel.

La muerte como comienzo. La vida como el fin. Por años pensé que el objetivo de estar en la tierra era morir, que equivocado, no entendía, no quería ver. Siempre comparándome con mi padre, con ese ser perfecto e irrepetible. Ese ser que me alentó a no buscarlo. En muchas ocasiones furioso me gritó ¡Vive! Deja que yo viva y muera. Es por eso que sonrió al momento de que la espada que yo mismo fundí, se incrustaba en su piel y rompía sus huesos. Aun sonreía cuando la cuña alcanzó su corazón y este se hizo polvo como arcilla seca.


En la muerte, encontré el amor. El calor y la fuerza se introdujeron en mí ser. Tuve miedo de no poder controlar tantas sensaciones,  muchas veces recurrí a las drogas para dopar mi piel. Ante tantos mensajes del interior, el pasado y el futuro se fusionaron en mi ser dando vida al presente.

Decidir, caminar, dejar ser al otro. Al dejarlo ser, al fin pude amarlo. Amarlo con mis formas, con mis pasos. Dejar que entre y tome lo que necesite. Verlo, sentirlo, descifrarlo y adjudicarme lo que necesito. Un constante vaivén entre el mundo y yo. Donde no dejo de pertenecerme.

Ver a mi padre frente a la mesa, al fin lo pude ver sin su corona. “Hoy te maté padre”. Le dije. El solo sonrió y dijo: “Ya era hora, que pesado es ser una sombra”. Al salir del comedor, la vida no me parecía tan negra como antes. El futuro se veía alentador. El pasado se plasmaba como aprendizaje. Pude sentir como el sol se quedaba en mi piel.

Mi nombre es Edipo y hoy, soy Rey.

sábado, 25 de febrero de 2017

Sin sensiblería ni engaño

Sin sensiblería ni engaño

Para Lolita de Villa Barrera



Un error, una cagada, una metida de pata. Miedo, flojera, irresponsabilidad. Un chingo de defectos que al menos yo, desde entonces y hasta la fecha, tengo en mi consciencia. La cagamos, es un hecho. Tu asignatura: un mito, una leyenda, la más cabrona. Todos culeados, temblorosos, expectantes. Nos va a cagar. No estudiamos. No es magia, es insight, darse cuenta. No leíste nuestras mentes. Apelaste a los hechos. A lo que viste, nuestra ignorancia. 

Así comenzó tu clase ese día, como siempre. Por suerte, por orden de lista, por no sé qué chingados, el expositor no fui yo. ¿Me salvé? ¡Ni madres! La chinga fue parejita, a todos por igual. Y entonces, alguien comenzó a hablar. Puras pendejadas, una recitación de lo que venía en el libro con ese nombre cabrón, bonito, rimbombante, todo en uno: Principios de la Medición en Psicología y Educación por Frederick G. Brown. Un señor librazo. Aquí entre nos y como paréntesis, a ese libro le debo gran parte de mi vida como pareja. Luego te cuento con lujo de detalles. De vuelta a la aventura, aquel ente, con miras a convertirse en loquero recitaba y recitaba… Y recitaba y ¡qué hueva! De repente, las preguntas. ¿Y eso qué significa? ¿Qué entendiste? ¿Leíste, acaso? 

Te levantaste de tu escritorio. ¿Un llamado de atención? ¡Nos cagaste! Eso sí, con estilo y sin insultos. Temblamos todos y podía escuchar las bancas tambalearse, al unísono. ¡Culos!, les decía y me decía a mí mismo. Vi unos ojos vidriosos, atrás, a mi izquierda, a mi derecha, los míos. Yo no fallé y me quedó el saco. Saliste. Te fuiste. Molesta por perder tu tiempo con nosotros. Tenías razón. Y así, el mito y el hecho se fusionaron, se volvieron uno: Lolita es bien cabrona. 

Te idealicé. Quería ser como tú. Cabrón. Sabio. Inteligente. Te admiraba, pero también te temía. No quería fallarte. Pero no eras mía, ni siquiera nuestra. Eras de los otros. De los fresas, los bonitos, los primeros en la lista. Solo estuviste en dos episodios de mi carrera y en muchos momentos breves. Eso bastó. Fue suficiente. Mi über-ich te adoptó como ideal, como una meta. Difícil, pero valía la pena. Te cuidado con lo que deseas…

… Se puede cumplir. Y se cumplió. 

Lo que sigue: un compañero de viaje profesional. ¿Quién será? Yo te escogí y supongo que tú también me escogiste a mí. En mi caso, tenía certeza y duda. ¿Escogí bien? ¡Qué pinche miedo! ¡Me va a cagar! Quizás sea lo que necesito. Comencé. Un rapport, un encuadre, un contrato. Una, dos, tres, cuatro… 100. ¡Se la pelaron. Es mentira! Nueve, pausa, pausa, pausa, uno, dos, pausa. Risa, llanto, rabia… ¡Me enojé! No es tu culpa. Es mi responsabilidad. 

El valor de tu compañía radica en la ausencia de sensiblerías y engaños. Abrir los ojos. La presencia facilita el proceso de desenmarañar el discurso del otro, la ausencia teje nuevos conflictos o les da puntadas a los que ya existen. ¡Mierda, qué cabrón!

¡Paz! ¡La traes! ¡Papa caliente! ¡Chingue a su madre, no fui yo!

¿Paz? ¿Tranquilidad? ¡NO! Comprensión, insigth, darse cuenta. ¡Eso es!

Muchas gracias. Te quiero.

Alejandro Monreal

sábado, 18 de febrero de 2017

Brillando en el viento

Brillando en el viento

Para José Antonio Miranda Hernández.



Para ser honesto, ignoro cuál sea tu animal favorito. Es más, ni siquiera sé si tienes uno. La luciérnaga es un capricho mío, basado en mis observaciones, en las metáforas que sobre tu persona he hecho.

Quizás te preguntarás por qué elegí un bicho luminoso y no un mamífero con poderosas mandíbulas, o un reptil que intimida con su sola presencia. El orden en el reino, tiene poca importancia. Si bien todos forman parte de una cadena alimenticia, cada quien se desenvuelve mejor que los demás en su propio entorno y con sus propias herramientas, sus peculiaridades, lo que los vuelve únicos. 

La luciérnaga es quizás una señal de buen augurio, es una esperanza en la oscuridad, una linternilla que se mueve lento, pero permanece. A decir verdad, nunca he visto una. Tú eres lo más parecido a ellas, o al menos eso creo. 

Te voy a suplicar que antes de pedirme, en tus pensamientos, que no exagere con mis apreciaciones, trates de aceptar mis palabras. Si tú lo deseas como mera información, un regalo, un cumplido, qué sé yo. Así como tú me invitas a disfrutar y reconocer mis propios logros, así te invito yo a reconocer los tuyos. Tómalos, ¡no mames!

No sé si tú me encontraste a mí o yo a ti, lo que importa es la coincidencia. Yo te vi. En la oscuridad, como luciérnaga, flotando. Un pequeño espacio iluminado. Y sólo me senté a observar. Cómo te movías. A dónde. Cada cuánto tiempo. Aprendí a escuchar tus movimientos, los interpreté. Después fue mi turno. Me caí, no brillé, lloré. Me enojé, hice berrinche, te odié, te maldije. Casi le doy la espalda a la luz. 

Regresé y te miré de nuevo. Fijamente. Hipnotizado. Lo entendí. No querías una copia de tus movimientos. Querías que confiara, que creyera en mí, que encontrara mi forma de aletear, de volar, de flotar. Danzar en el aire, brillar en el viento.

Ya no necesito verte tan seguido. Memoricé tu ritmo y lo olvidé. Tenía que dejar espacio para el mío. De vez en cuando voy a verte y ahí sigue tu luz. Danzando en el aire, brillando en el viento.

Hola, adiós, bienvenido, hasta siempre. Ya te guardé… aquí… danzando en el aire, brillando en el viento.

Alejandro Monreal

sábado, 4 de febrero de 2017

Cambio



Por: Juan Eusebio Valdez Villalobos


Hace un año y medio aproximadamente en Francia ocurrió una masacre en un concierto de Rock. Ese día el Rock muchas veces señalado como promotor de violencia, se vio atacado por una ideología terrorista. Donde la intolerancia en la idea del otro se hizo reflejo en las balas que se incrustaron en los asistentes al evento musical. Las redes sociales (Facebook, Twitter, etc…) explotaron en una voz y con un filtro con los colores galos en nuestras fotos de perfil de Facebook, exigíamos poder decir lo que queremos, sin temor a ser oprimidos y asesinados.

Hace dos años las redes sociales explotaban indignadas por la matanza de los normalistas de Ayotzinapa. Estudiantes de origen serrano y humilde. Cuyo caso aún está abierto. El gobierno no ha podido dar carpetazo. El pueblo mexicano incluso sobrepaso su dolor mostrado en la pantalla del computador y liberó su descontento en las calles. Marchas y gritos bloquearon el tránsito de distintas ciudades. Hubo quien dijo que era el inicio de una revolución.

Francia y Ayotzinapa eran los disparadores para cambiar una realidad violenta y las reacciones facebookianas eran una señal de salud social. Al fin podíamos soñar con iniciar un cambio real ¡Mentira ¡Todo fue desapareciendo lentamente! Los fuegos de indignación que se habían iniciado, poco a poco fueron apagados por la apatía y la normalización de la violencia. El humano siempre va querer asesinar a otros, se justifica.

Este mes las redes volvieron a convulsionar. Esta vez el detonante era un video de un colegio en Monterrey, que, por respeto a las familias, no pretendo hablar de él. Pero una vez más los usuarios de internet indignados levantaban su voz a través de la pantalla. Se volvió escuchar la palabra revolución, pero ahora arrojada hacia nuestra forma de relacionarnos con nuestros hijos. Pero así, como el caso de Guerrero, poco a poco desparecieron esas vibras de cambio.

Jorge Ibargüengoitia escritor nacido en Guanajuato, dijo una vez, que el mexicano nace con un claxon de coche pegado en la mano. Dice que el mexicano tiene la fantasía de que, tocando su claxon, el coche que está en frente de él, descompuesto y humeante, mágicamente desaparezca. ¿Les suena? a mi sí.

No olvidemos las tragedias, no olvidemos el dolor que nos despiertan ver las imágenes de los atentados. No dejemos de sufrir al ver los asesinatos de nuestros compatriotas. Y toquemos ese claxon con el cual nacemos. Pero no para esperar que desaparezcan las cosas malas. Sino usemos ese ruido para propagar nuestras ideas, para unirnos, para dialogar, para trabajar. Porque eso sí. El cambio es cuestión de constancia y trabajo. El cambio no solo se debe limitar a decir que nos duele. El cambio es saber que vamos hacer con ese dolor.

martes, 31 de enero de 2017

Más ayuda el que no estorba



Por: Juan Eusebio Valdez Villalobos


En una ocasión que tuvimos que pintar la casa de mis padres, ya que las paredes se encontraban en una condición semejante al cartón mojado. La pintura convertida en proyectiles caía a pedazos sobre nuestras cabezas. Esto sin hablar de la estética, ya que la entrada, estaba tan parchada que asemejaba los horribles sacos de los profesores en las películas gringas.

Todos los integrantes del equipo de pintura nos encontrábamos en reunión como las que hacen los jugadores de futbol americano, El QB era mi carnal mayor, Neto, ya que él siempre ha dicho que es el guapo de la familia y como nadie quiere hacer bronca todo el mundo le dice que sí. El head coach era mi padre, ya que todos asumimos que en su vida ha pintado miles de bardas por la forma tan técnica de dirigirse a los utensilios y a la pintura misma, no nos hizo dudar: Dos cuartos de blanca con uno de agua para que agarre el color. Arriba con rodillo y abajo con la brocha. Esta fácil” Decía mientras movía su mano dirigiendo al equipo.

Mi hermano menor y yo éramos los novatos y como novatos tendríamos que aprender, viendo a nuestro líder, en este caso Neto. Y así, empezó el juego. A nosotros nos asignaron la pared del fondo a esa que no le entra luz, supongo que por si fallábamos en la técnica, al final nadie notaria si la pared quedaba gacha. Mi padre y el QB empezaron a pintar de un lado al otro, parecía que llevaba años con su obra maestra en la cabeza.

En cuestión de un tiempo relativamente corto, ya habían terminado sus muros respectivamente, pero estaban tan acelerados y motivados que estaban en nuestra pared asignada, y empezaron las queja: “Así no”, ¿que no viste como te enseñe? EL primero en flaquear fue mi hermano menor que a sus 11 años decidió aventar brocha y trabajo a la basura. Abandonar el campo de juego.

Yo un cuanto más terco que mi brother menor, me quede estoico, empeñado a terminar mi labor en el campo de juego. El que ya no podía con tanta lentitud y mal pintada era el head coach, que de su boca expulsó una frase que aun en mi cabeza retumba cuando me encuentro a médicos, profesores, políticos, psicólogos, cantantes etc… tratando de dar solución a problemas que no competen a su área.

“Más ayuda el que no estorba” Frase realista y cruel. En ese momento mi padre ante tal frustración de ver a su novato pintor no encontrar la forma correcta de plasmar el blanco en la pared más oscura de la casa. Supongo que tenía la misma sensación de desesperación que sentimos, cuando nuestro país pareciera ser manejado por todo menos por políticos, o cuando nuestros policías puestos para defender la justicia nacional, son los mayores obstáculos para alcanzar seguridad publica digna, o cuando vemos a médicos, psicólogos cuyas disciplinas arrojadas a la salud, parecen ser los catalizadores de otras problemáticas, muchas veces por su falta de humanidad.

¿Quién dijo que somos todos buenos para todo? A mi jamás me pagaran por pintar casas y que bueno, porque sería un robo por mi falta de interés y capacidad. Pero en cambio ser psicólogo, ayudar por medio de la palabra, la plática, del discurso y así dar información a las personas respecto a su propio desarrollo personal, se me facilita y es más me pagan por eso. Ahora imagínense, un mundo donde todos nos dedicáramos a lo que nos compete. Un mundo donde alguien nos dijo eres malo para hacer esto o aquello. Este mundo tendría menos obstáculos, menos estorbos, estaríamos más cercanos a un color gris, que nos liberara de la presión de tener que ser “Los mejores”. 

jueves, 19 de enero de 2017

Evitar una tragedia más #Monterrey



Hoy en día, los niños se encuentran en contacto con los sucesos o noticias desagradables que acontecen a su alrededor  y causan en ellos miedos, angustias o preocupaciones que aunque quisiéramos mantenerlos aislados es imposible. Los hechos ocurridos el día de ayer en Monterrey, son un hecho lamentable y que lastimó, sin duda, a propios y extraños; sin embargo lo que viene después es aún más preocupante, pues contribuye a volver más dolorosa una herida que indudablemente tardará mucho en sanar y por ende, exigirá un enorme esfuerzo por parte de las familias de las personas implicadas. Poner en circulación contenido tan explícito no solo daña y compromete la integridad de los involucrados, sino que genera morbo, miedo, y malas interpretaciones de quienes desde sus dispositivos tienen acceso a tal información. Con todo lo anterior, es fácil pensar que un adulto sepa lidiar con tan impactante suceso (aunque las redes sociales han dejado ver lo contrario), pero ¿qué pasa con los niños que tienen un celular o cualquier dispositivo con acceso a Internet? ¿Cómo lidiar, como padre de familia, con un problema de ese tamaño?

Es necesario asumir que tu hijo necesita ayuda para comprender lo que está pasando, que negar los hechos no sirve de nada, pues se corre el riesgo de que saque conclusiones erróneas. No se trata de volver el problema más grande de lo que ya es, pero tampoco se trata de minimizarlo. 

Para tratar un tema difícil, es recomendable: 

  • No encontrarte en un estado emocional inconveniente (triste, enojado, eufórico). Muéstrate tranquilo para poder transmitir un mensaje más claro y asertivo.
  • Pregúntale qué es lo que ha visto o le han contado, generalmente, la información que reciben del exterior es errónea o puede ser malinterpretada.
  • Escúchale, proporciónale contención,  pregúntale qué siente y opina al respecto. Es muy importante que se exprese y se sienta escuchado.
  • Mientras explicas un suceso, debes ser veraz, sin llegar a ser explícito.Evita mentirles, pues una mala o falsa explicación de las cosas podría generarle mayor confusión.

Como ser humano y profesional de la salud mental, comprendo mi limitación con respecto a lo sucedido en Monterrey, y desafortunadamente, los hechos terminaron ya, y terminaron muy mal. Esta lista de sugerencias es para que como padre o madre de un hijo de la misma edad, puedas tener un precedente de cómo iniciar a hacer las cosas de una manera distinta. 

Sarahí Isais.
Grupo Miranda Psicología Especializada