Por: Sofía Valdez
Mientras el conocimiento científico avanza, la sociedad muy a menudo sigue anclada en estereotipos heredados, que producen discriminación hacia las personas que padecen problemas de salud mental. Un error muy común es pensar que la enfermedad mental no es “algo que alguien tiene”, sino “algo que alguien es”. Si tiene esquizofrenia, pasa a ser “esquizofrénico”; si sufre depresión, es una “depresiva”. Algo que actualmente no sucede con otras enfermedades, es decir a quien padece cáncer no se le llama “canceroso”. Se identifica completamente a la persona con la patología y se lanzan sobre ella todos los prejuicios generados por falsos mitos.
Una vez que la sociedad subraya la diferencia, resulta muy difícil para la persona ser aceptada.
Pero, hasta donde repercute la falta de empatía por comprender ¿Que es, y que NO es un trastorno mental?, ¿Cómo afectan estos estereotipos a la persona que presenta la enfermedad mental?, ¿Son estos prejuicios algo más que herramientas para crear el nuevo personaje de película de ciencia ficción?
La persona con enfermedad mental debe afrontar una doble dificultad para recuperarse:
1.- La enfermedad en sí
2.- Los prejuicios y discriminaciones que recibe por padecerla.
Es el estigma social, una carga de sufrimiento que incrementa innecesariamente los problemas de la enfermedad y constituye uno de los principales obstáculos para el éxito del tratamiento y de la recuperación.
Los sentimientos de vergüenza y estigmatización que se provocan con respecto a la enfermedad entre quienes la padecen y sus familiares, son la causa que actualmente muchos enfermos no estén diagnosticados ni tratados, especialmente al comienzo del trastorno, cuando el éxito del tratamiento es mayor. Asi mismo el miedo de la sociedad cierra a estas personas muchas puertas, sanitarias, laborales, de vivienda o de relaciones interpersonales.
Una de las consecuencias más graves de la discriminación es la creación de autoestigma (que nace cuando la persona asume esas creencias que la sociedad tiene en torno a su enfermedad)
Los prejuicios en muchos casos afectan al enfermo hasta el punto que los asume como verdaderos y pierde la confianza en su recuperación y en la capacidad para llevar una vida normalizada. Se generan así reacciones emocionales negativas se pierde la sensación de dominio sobre su situación personal, generando sentimientos de incapacidad de buscar trabajo o vivir de forma independiente y es posible que ni siquiera lo intente. Ello le puede llevar a fracasar en su tratamiento, y a rechazar más la enfermedad mental que los propios familiares o el personal de los servicios de salud que lo atienden.
Por último, no debemos olvidar que Normal es tan solo un término estadístico que indica la pertenencia al grupo más frecuente, sin implicar ningún juicio valorativo. Así pues tener un trastorno mental no es “normal” puesto que solo lo padece una parte de la población. Aunque igualmente tampoco es “normal” no padecer ninguna enfermedad, odiar el fútbol, o no haber reprobado nunca un examen, etc.
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