Por: Sofía Valdez
Hace unos días recordé la frase de aquel novelista, ensayista, dramaturgo, filósofo y periodista francés que por allá en 1957 se le concedió el premio nobel de literatura por «el conjunto de una obra que pone de relieve los problemas que se plantean en la conciencia de los hombres de la actualidad»
“Sólo existe un problema filosófico verdaderamente importante: el suicidio.”- Albert Camus
Actualmente la frase de Camus debería especificar que, más que un problema filosófico, el suicidio es básicamente un problema médico. Y esto puede afirmarse rotundamente, ya que las estadísticas demuestran que el 95% de las personas que mueren por suicidio sufren algún tipo de trastorno mental.
Esto demuestra que, lejos de la idea romántica que convertía el suicidio en una opción personal, o de la expresión de la libertad del individuo, éste es tan solo una expresión más, la más trágica, del sufrimiento que conlleva una enfermedad psíquica.
El suicidio suele producirse durante las siguientes fases:
- Problemas afectivos (desamor o violencia)
- Ausencia espiritual (conflictos de personalidad, existenciales y trastornos mentales)
- Problemas económicos y sociales (abandono del hogar o padres, bullying)
- Depresión y enfermedades crónicas (una de las características determinantes es la presencia de dolor).
La persona afectada tiene la sensación de que su vida carece de sentido, se siente fracasada e inútil, y cree sinceramente que su desaparición será un descanso para ella y los que le rodean. Como ha perdido la capacidad de gozar tiene la sensación que la vida es algo vacío y que no vale la pena.
Es muy difícil hacer comprender a una persona que se encuentra en este estado que su visión dramática de las cosas se debe a una enfermedad o a una fase de su vida, y que con un tratamiento adecuado, en pocas semanas recuperará la objetividad y ya no deseará la muerte.
El índice de intentos de suicidio frustrados ocupa una cifra considerable, cerca de un tercio de los pacientes han llevado a cabo algún intento de suicidio, y en algunos casos más de uno.
A veces el intento es leve y puede expresar una necesidad de ayuda más que una autentica intención de morir, pero incluso los intentos más inofensivos indican que la idea de la muerte se encuentra presente de un modo más o menos próximo a lo que hay que poner remedio.
Los intentos de suicidio y sobre todo la consumación generan graves consecuencias en los familiares, quienes lejos de sentirse aliviados con el descenso de su pariente, suelen pasar a un infierno psicológico, que por lo general incluye sentimientos de culpa, desesperación e incluso pensamientos suicidas.
¿Qué hacer?
- Pedir a un familiar o amigo que se mantenga cercano, física y emocionalmente.
- Mantener la calma: una actitud relajada.
- Escuchar: dar oportunidad y estimular a la persona que exprese sus quejas, angustias, miedos y dolor.
- Respeto y comprensión.
- Explorar alternativas ante los problemas manifestados.
- Buscar ayuda especializada.
Para finalizar, mientras escribía este pequeño artículo recordé una canción, que quizá podría hacernos ver el suicidio de una manera más empática. así que, les dejo en link ¡Que la disfruten!.
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