DESDE BARCELONA HASTA RÍO DE JANEIRO
(DE JORDAN A BOLT)
Fue en 1992 cuando comencé a coleccionar las estampas del famoso álbum Panini de los Juegos Olímpicos de Barcelona que mi papá me había comprado una vez en la estación del Metro Indios Verdes cuando regresaba de su trabajo. Llegó una tarde de verano con aquel obsequio y me cuestioné para qué me serviría. A medida que transcurrían los días cada vez que mi papá me llevaba algunos paquetes de estampas fui haciendo un hobbie que comencé a disfrutar.
En aquel año tuve mi primer acercamiento consciente con algún evento deportivo de índole mundial, recuerdo que esperaba ansioso por las mañanas ver los juegos del famoso “Dream Team” que con cada juego disputado arrasaba a sus oponentes, me maravillaba con la extraordinaria combinación de grandes y memorables figuras como Jordan, Pippen, Johnson, Bird, Barkley, Ewing, Drexler, Malone, Stockton, Mullin, Laettner y Robinson. Ya que era la segunda ocasión que basquetbolistas profesionales participaban en una competencia destinada al deporte amateur.
Y así, ese primer encuentro que tuve se fue convirtiendo en una tradición de cada cuatro años, esperando una sede distinta que me llevaba de viaje durante un mes, en el que podía disfrutar la expresión de esfuerzo, dedicación, pasión y entrega convertidos en triunfo de figuras que trascendían a nivel mundial.
Y que además representaba la oportunidad de enriquecerme culturalmente, conocer y acercarme a las distintas manifestaciones de cada ciudad, tal y como la estructura de Atlanta, la originalidad de Sídney, la herencia histórica de Atenas, la majestuosidad de Beijing y la solemnidad de Londres. Porque además de ser una competencia deportiva es una muestra evidente y tangible para admirar la idiosincrasia de cada país organizador.
Con cada récord que se rompía, con cada marca que se superaba, con cada medalla que se obtenía me iba identificando con historias de triunfo que me servían de inspiración para poder alcanzar mis anhelos.
Personajes particulares de una mentalidad atlética inspiradora que evidenciaban su constancia en la perfección hacia la búsqueda de su propia superación. Porque detrás de cada triunfo existe una persona capaz de superar adversidades e ir tras de sus sueños.
Estamos a unos días de que inicie una nueva versión de la famosa justa olímpica y me siento fuera de contexto; “sino sale en la tele, no existe”.
Vivimos en una era digital en donde con un hashtag te puedes catapultar al éxito o al fracaso, al reconocimiento o al escándalo en cuestión de segundos, y cada vez el acceso a esta clase de eventos se da con mayor frecuencia a través de un dispositivo digital o de algún sistema de televisión de paga.
A raíz de que las grandes cadenas nacionales televisivas no cuentan con los derechos de transmisión para este próximo evento, atrás quedó la saturación de comerciales por señal abierta de marcas deportivas, de comida rápida, de automóviles, de agencias de viajes, de tarjetas de crédito o de productos de belleza, las cuales aprovechaban publicitar sus productos y generar mayores ganancias.
Hoy percibo una lejanía con el ambiente olímpico y sus múltiples controversias por escándalos de dopaje, la manipulación de influencias en la obtención de beneficios económicos que se traducen en logros deportivos, la ausencia de figuras deportivas y nuestra esperanza nacional que anhelamos repita la historia de hace cuatro años con la obtención de la máxima presea dorada.
Nos encontramos a punto de que inicie Río 2016, con incertidumbre en cuanto al espectáculo de las competencias, a la inclusión de atletas refugiados, a las ausencias de Isinbáyeva, de Lebron o de Federer, a la magia de Bolt en la pista, a la seguridad de la ciudad y al contexto político que la rodea.
Espero con emoción el ser testigo de la pasión que los deportistas demuestran en cada competencia en búsqueda de superar sus propias barreras.
Porque aquello que se hace a medias, no sirve. La vida se supera viviéndola al máximo.
JUAN VARGAS
PSICÓLOGO
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