jueves, 4 de agosto de 2016

Boda en Monterrey

Parte 1: Las chanclas, el taxi y el hotel.

Por: Juan Eusebio Valdez Villalobos

Si una cosa tiene solución, ¡para qué preocuparse!, y si no tiene ya solución, ¡para qué preocuparse!
Proverbio chino.

Dinero, listo. Credencial, listo. Boletos de camión, listo. Celular, listo. Cargador, listo. Saco, listo. Maletas, listo. ¡Vámonos a la boda! El sábado A las 10: 45am, yo y mi hermano Ángel, un chavo que algunos podrían definirlo como “Valemadrista”, que ese sabadito vestía de bermudas y chanclas,  hacíamos fila para abordar el Ómnibus, en la central de Gómez Palacio.

11:00am: ya sentados en nuestros asientos, nos encontrábamos esperando a que se encendieran los motores y empezar nuestro camino hacia la ciudad de Monterrey. La sultana del norte, una ciudad que es considerada por los mismos regios como la segunda ciudad más importante de México, por encima de Guadalajara, debido a su infraestructura y crecimiento industrial. El motivo del viaje, el bodorrio de uno de mis mejores amigos, Marco. 11:05am, arranca el autobús.  La recepción de la boda comenzaría a las 9:00pm del sábado.

- ¿Se nos olvidó algo?- pregunto a mi hermano, mientras hago una búsqueda sin tener claro lo que estoy buscando en mi mochila-morral. La  sensación de  haber olvidado algo, se paseaba en mi cabeza de derecha a izquierda, de abajo para arriba.
- No, creo- contesta mi hermano colocándose los audífonos que nos acaban de regalar antes de abordar el camión.- ¡Ring, Ring!- suena el celular de mi carnal- No creo que haya pedo, el novio conoce a Chevo- dice el chancludo a la bocina del teléfono.
- ¿Qué pasó?- pregunto intrigado por haber escuchado mi nombre.
- que se nos quedaron los pases de la boda en la casa- Me decía Ángel mientras, se volvía a colocar los auriculares negros en forma de conchas de mar en sus orejas. En ese momento en forma de olas unas tras otras, comenzaron a dibujarse escenarios en mi mente, en donde por haber olvidado unos pases que al final no tuvieron importancia. Era rechazado de la boda, donde yo con traje y todo la vestimenta de gala me quedaba sin poder entrar al salón de fiestas, incluso me vi pegado en una ventana viendo como todos bailaban el payaso del rodeo, mientras yo me mojaba en una torrencial lluvia, afuera, donde todo es oscuro.

- Sino nos dejan entrar nos vamos a barrio antiguo- despreocupadamente Ángel solucionaba el problema de los pases. Su respuesta me tranquilizó, de seguro vio en mi cara lo que estaba pensando. Dije bueno ¡va!, no creo que sea un problema, aunque todavía de vez en vez antes de la boda la idea de no poder entrar aparecía en forma de cosquilleo en mi nuca.

Al llegar nuestro destino, nos dirigimos al  hotel que se encuentra  enfrente de la central de autobuses de la ciudad de Monterrey.  Confiados de que en veces anteriores habíamos encontrado hospedaje con cierta facilidad, no habíamos hecho reservación.
-         
      -No hay cuartos disponibles- dice la señorita detrás del mostrador, sin dejar de hablar por su teléfono.

Esta frase se repitió en 5 hoteles del centro. A bordo de un taxi, entre el taxista y nosotros buscábamos una solución a esta situación. “Podemos ir a San Nicolás y buscar ahí” decía el taxista. “Pues en un motel, asi como le hicimos en el DF “decía mi hermano. “Podemos pedir hospedaje con Moy o con Adolfo” Decía yo resignado.

Después de hacer algunos intentos  por teléfono, algo que debimos hacer desde La laguna, obteníamos la misma respuesta. Recordé que un amigo que venía a la boda igual que nosotros, había comentado que su esposa había hecho una reservación en un hotel. Así que haciendo memoria del nombre de dicho hotel, lo llamé. Pregunté por el nombre de mi amigo. El gerente rezongando después de unos minutos me  confesaba que que si estaba hecha una reservación con ese nombre, pero que tenía que hablar con la esposa de mi amigo para poder traspasarme la habitación.
-         
-     -Oye bato, ¿si vendrás a la boda?- decía yo a través del celular con la esperanza de que dijera no.
-         - Si, ya vamos en el camión- me decía mientras otra vez mis esperanzas se iban.
-          -Ah… oye y ¿vas a usar tu reservación?- una pregunta que en ese momento parecía tonta.
-          -No, vamos a quedarnos con una prima- Al fin, pensaba. Esta conversación se llevaba a cabo, mientras mi hermano se bajaba del taxi y buscaba suerte en otro hotel, uno que ni el mismo taxista había notado de su existencia, ventajas de una ciudad tan grande.

Entonces ya con la esperanza otra vez e nuestro lado, Le decía mi amigo nuestra situación y el muy amablemente acepto traspasar la reservación. Al momento de colgar, le informo al taxista que ya está resuelto, en eso veo que mi hermano con una sonrisa bajando los escalones del hotel, me gritaba que me bajara que ya estaba la habitación, e incluso que ya la había pagado.


¡Chale¡ pensé. Entonces pagamos los 80 pesos del viaje en  taxi. Ya en la habitación era cuestión de horas para empezar la pachanga. En este viaje exprés, Ángel mi hermano se había comportado como todo un proverbio chino. Ángel abogado de mi tranquilidad.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario