Boda en Monterrey
Parte 1: Las chanclas, el taxi y el hotel.
Por: Juan Eusebio Valdez Villalobos
Si una cosa tiene
solución, ¡para qué preocuparse!, y si no tiene ya solución, ¡para qué
preocuparse!
Proverbio chino.
Dinero, listo.
Credencial, listo. Boletos de camión, listo. Celular, listo. Cargador, listo.
Saco, listo. Maletas, listo. ¡Vámonos a la boda! El sábado A las 10: 45am, yo y
mi hermano Ángel, un chavo que algunos podrían definirlo como “Valemadrista”,
que ese sabadito vestía de bermudas y chanclas, hacíamos fila para abordar el Ómnibus, en la
central de Gómez Palacio.
11:00am: ya sentados
en nuestros asientos, nos encontrábamos esperando a que se encendieran los
motores y empezar nuestro camino hacia la ciudad de Monterrey. La sultana del
norte, una ciudad que es considerada por los mismos regios como la segunda
ciudad más importante de México, por encima de Guadalajara, debido a su
infraestructura y crecimiento industrial. El motivo del viaje, el bodorrio de
uno de mis mejores amigos, Marco. 11:05am, arranca el autobús. La recepción de la boda comenzaría a las
9:00pm del sábado.
- ¿Se nos olvidó
algo?- pregunto a mi hermano, mientras hago una búsqueda sin tener claro lo que
estoy buscando en mi mochila-morral. La
sensación de haber olvidado algo,
se paseaba en mi cabeza de derecha a izquierda, de abajo para arriba.
- No, creo-
contesta mi hermano colocándose los audífonos que nos acaban de regalar antes
de abordar el camión.- ¡Ring, Ring!- suena el celular de mi carnal- No creo que
haya pedo, el novio conoce a Chevo- dice el chancludo a la bocina del teléfono.
- ¿Qué pasó?-
pregunto intrigado por haber escuchado mi nombre.
- que se nos
quedaron los pases de la boda en la casa- Me decía Ángel mientras, se volvía a colocar
los auriculares negros en forma de conchas de mar en sus orejas. En ese momento
en forma de olas unas tras otras, comenzaron a dibujarse escenarios en mi mente,
en donde por haber olvidado unos pases que al final no tuvieron importancia. Era
rechazado de la boda, donde yo con traje y todo la vestimenta de gala me
quedaba sin poder entrar al salón de fiestas, incluso me vi pegado en una
ventana viendo como todos bailaban el payaso del rodeo, mientras yo me mojaba
en una torrencial lluvia, afuera, donde todo es oscuro.
- Sino nos dejan
entrar nos vamos a barrio antiguo- despreocupadamente Ángel solucionaba el problema
de los pases. Su respuesta me tranquilizó, de seguro vio en mi cara lo que
estaba pensando. Dije bueno ¡va!, no creo que sea un problema, aunque todavía
de vez en vez antes de la boda la idea de no poder entrar aparecía en forma de
cosquilleo en mi nuca.
Al llegar nuestro
destino, nos dirigimos al hotel que se
encuentra enfrente de la central de
autobuses de la ciudad de Monterrey. Confiados
de que en veces anteriores habíamos encontrado hospedaje con cierta facilidad,
no habíamos hecho reservación.
-
-No
hay cuartos disponibles- dice la señorita detrás del mostrador, sin dejar de
hablar por su teléfono.
Esta frase se
repitió en 5 hoteles del centro. A bordo de un taxi, entre el taxista y
nosotros buscábamos una solución a esta situación. “Podemos ir a San Nicolás y buscar
ahí” decía el taxista. “Pues en un motel, asi como le hicimos en el DF “decía
mi hermano. “Podemos pedir hospedaje con Moy o con Adolfo” Decía yo resignado.
Después de hacer
algunos intentos por teléfono, algo que
debimos hacer desde La laguna, obteníamos la misma respuesta. Recordé que un
amigo que venía a la boda igual que nosotros, había comentado que su esposa
había hecho una reservación en un hotel. Así que haciendo memoria del nombre de
dicho hotel, lo llamé. Pregunté por el nombre de mi amigo. El gerente rezongando
después de unos minutos me confesaba que
que si estaba hecha una reservación con ese nombre, pero que tenía que hablar
con la esposa de mi amigo para poder traspasarme la habitación.
-
- -Oye
bato, ¿si vendrás a la boda?- decía yo a través del celular con la esperanza de
que dijera no.
- - Si,
ya vamos en el camión- me decía mientras otra vez mis esperanzas se iban.
- -Ah…
oye y ¿vas a usar tu reservación?- una pregunta que en ese momento parecía
tonta.
- -No,
vamos a quedarnos con una prima- Al fin, pensaba. Esta conversación se llevaba
a cabo, mientras mi hermano se bajaba del taxi y buscaba suerte en otro hotel,
uno que ni el mismo taxista había notado de su existencia, ventajas de una
ciudad tan grande.
Entonces ya con
la esperanza otra vez e nuestro lado, Le decía mi amigo nuestra situación y el
muy amablemente acepto traspasar la reservación. Al momento de colgar, le
informo al taxista que ya está resuelto, en eso veo que mi hermano con una
sonrisa bajando los escalones del hotel, me gritaba que me bajara que ya estaba
la habitación, e incluso que ya la había pagado.
¡Chale¡ pensé.
Entonces pagamos los 80 pesos del viaje en taxi. Ya en la habitación era cuestión de
horas para empezar la pachanga. En este viaje exprés, Ángel mi hermano se había
comportado como todo un proverbio chino. Ángel abogado de mi tranquilidad.
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