BIENVENIDO A CASA
Hoy, por fin, se llegó el día tan ansiado: 24 de agosto de 2016, representa una fecha trascendente, que desde hacía varios meses había estado imaginando. El cómo sería nuestro primer encuentro, finalmente se concretó, tú y yo ocupando el mismo tiempo y espacio juntos.
Fue una sensación inolvidable: te vi tan pequeño, frágil, vulnerable, indefenso y tierno; pero cargado de una magia indescriptible, mejor dicho, ésta fue la descripción de cómo me sentí ante tu majestuosidad.
Con tu gallardía, después de haber logrado vencer un periodo gestacional en el que te fuiste formando, adquiriendo la fuerza necesaria para ir sobrepasando la incertidumbre que antecede ante el inminente contacto que tendríamos juntos, y al alumbramiento en donde te mostraste cabalmente fuerte.
Durante el primer encuentro, percibí una energía indescriptible que me recorrió, al tener la dicha y bendición de sostenerte entre mis brazos. Ahí estábamos: tú, tratando de acomodar todo el desorden al que te haz enfrentado desde tu llegada, ya que no es sencillo después de haber vivido 40 semanas en un ambiente agradable y que ahora experimentes distintas sensaciones, olores, formas; y yo, intentando acomodar mi existencia, para que ambos caminemos descubriendo la maravilla de la vida.
No ha sido fácil tu proceso de adaptación. Personas desconocidas que te sujetaban, que te cargaban, que te brindaban cobijo; mientras que tú aguardabas mi llegada, porque así lo habíamos platicado infinidad de veces, mientras yo te platicaba con lágrimas en los ojos y tú prestabas atención, que así sería, que te brindaré mi amor y guía para que tu existencia vaya caminando a tu ritmo y sentir, y que además ya anhelaba conocerte.
Debo confesarte, que cuando me enteré de tu llegada exploté en felicidad, ansiaba correr a tu encuentro; sin embargo, éste llegó en el momento indicado. Los minutos que permanecimos juntos, serán una huella imborrable que significa el inicio de nuestro andar, juntos por el sendero de nuestro diario vivir.
Existió un breve momento en el que me acerqué a ti, y con voz temblorosa y quebrada, te susurré al oído: -Gracias por tu llegada, Dios te bendice con la dicha de venir a esta vida para, que seas una maravillosa persona que irá creciendo, descubriendo lo que existe a tu alrededor, aprendiendo de las experiencias que se te presentarán y tomando las mejores decisiones para que logres ser inmensamente feliz. Te amo, Daniel Sebastián. Te besé suavemente y finalicé abrazándote delicadamente para que percibieras la inmensa alegría que has traído a nuestras vidas.
JUAN VARGAS
PSICÓLOGO
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