miércoles, 1 de junio de 2016

REMEMBRANZAS LÚDICAS

REMEMBRANZAS LÚDICAS


Hoy aproveché una pausa que sin premeditación se me presentó durante mi día. Eran aproximadamente las cuatro de la tarde, de un día lunes, que por curioso que parezca  precisamente ese día estuvo lleno de papeles que entregar, con interminables listas de pendientes por hacer. 

Sentado en aquella calurosa oficina, decidí cambiar mi atención en búsqueda de un respiro para mi agitado y tedioso día, para lo cual opté por salir a caminar un momento, al encontrarme en aquel momento personal algo interrumpió mi andar y escuché una cuenta progresiva entonada en coro por un grupo de 6 niños, gritaban al unísono dos, tres, (y así como aumentaban la  numeración asimismo lo hacían con su tono de voz), continuaron; cuatro, y al llegar a cinco, prolongaron la cuenta diciendo: cincoooooooo, sus voces llenaban el entorno con su melodiosa voz, llamó mi atención que se quedaron viendo en un periodo de tiempo fugaz e hicieron una ligera pausa, enmudecieron, sus miradas se clavaban en ese entorno que habían creado e intempestivamente, soltaron una risa que llenó el ambiente de alegría y sorpresa. Cuando se escuchó a uno de ellos decir: ¿no qué no? Y así sin pronunciar algún otro comentario deshicieron su entorno que sin planear habían construido, rompieron ese vínculo que los niños hicieron y con el cual identificaron algo en común: el entusiasmo de lo espontáneo, porque como negarle a un niño de 8 años que no se integre a un juego colectivo en donde la competencia sale a relucir como búsqueda de ejercer control sobre el otro, de dominio respecto a lo que tengo y el otro carece, algo tan simple y elemental como lo es la posesión de algo que tengo y tú no, el arrebatar unas cuantas figuras circulares con dibujos de caricaturas, popularmente llamados “Tazos”

Ahora hago memoria, hurgo en mis recuerdos y recuerdo esa sensación de placer cuando estaba niño al ir a la tienda de Doña Coco, aquella figura totémica que durante varios años representó el absurdo del ideal actual de microempresario. A decir verdad recuerdo que aquella señora carecía de un orden administrativo en su miscelánea. Llegaba a la tienda y la saludaba: ¡Hola doña Coco! y se dirigía a mi mostrando su dentadura color ámbar con cálida voz: ¿Ahora de cuáles vas a llevar?, y esa pregunta me parecía que ella ya sabía a lo que iba, como si estuviera viviendo una profecía anticipada o acaso podía leer en mi mente lo que deseaba.

Después de un momento de reflexión elegía una bolsa pequeña y al momento de pagarle le comentaba: ¿cuánto le debo?... como si fuera un niño inexperto que no tenía conocimiento del costo de aquellas golosinas absurdamente nutritivas para todo niño. Doña Coco sacaba de entre sus ropas, un conjunto de varias prendas entre ropa interior, blusa, chaleco, suéter y mandil, su pequeño monedero café para entregarme el cambio al dinero que le había entregado.

Cada vez que yo iba era un intento de mi parte por comprar alguna bolsa de “papitas” y no únicamente de las que “no puedes comer solo una” sino de los demás productos de la famosa marca amarilla.

Y recuerdo que era una gran decisión el escoger el producto indicado, ya que en ese momento pasaba a un segundo término escoger aquellas de tu preferencia, lo realmente valioso era saber si por dentro se encontraba aquel objeto preciado que en aquellos años daba signo de importancia y prestigio. Ya que quien tenía los “tazos” más cotizados adquiría un status distinto que sobresalía por encima del resto de los amigos. Cambiaba tu perspectiva al tener un tazo normal a poseer un Súper tazo o un Mega tazo y así podría seguir con la clasificación tan simbólica para todo niño que estaba familiarizado con aquella tendencia de juego.


Y que ahora casi 20 años después me vuelvo a topar con que aquel grupo de niños que experimentaban esa sensación que yo había vivido durante algún periodo de mi vida. Me sentí identificado al ver sus rostros una sensación de incertidumbre al momento de hacer varios intentos por voltear un tazo y ejercer un dominio sobre tu oponente, que delicia de aquellos recuerdos que hoy brotaron en mi vida.

JUAN VARGAS MEDINA

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