viernes, 1 de abril de 2016


La guitarra y yo

“La función del arte en la sociedad es edificar, reconstruirnos cuando estamos en peligro de derrumbe”  Sigmund Freud

De niño cuando asistía a cuarto de primaria fue mi primer acercamiento con las artes, fue un curso de guitarra que tomaba por las tardes. Ahí pude aprender el nombre de las notas, aunque no a identificarlas con mi oído, es por eso que hasta el día de hoy  no puedo afinar el instrumento. Para ser honesto esta idea de tocar no fue mía, sino, por dos cosas: una, por recomendación de mi madre, que depositaba en mi sus deseos de que alguien fuera músico en la familia, ella amante de los boleros y dos: porque me obligaban. Mis clases solo duraron poco más de dos meses, después de berrinches y reclamos ante mi mamá por la sensación de usar mi tiempo libre para aprender algo que no me gustaba.

En secundaria  me reencontré con el instrumento de cuerdas, pero en esta ocasión era una materia obligatoria. De hecho me dieron elegir entre: baile moderno, el cual descarte inmediatamente por mis deficientes habilidades en esta área, baile folclórico, descartado por la misma razón  y por el hecho de la vergüenza que me vieran vestido de trajes florales zapateando por una tarima de madera. Solo quedaban artes plásticas y música: donde rondalla era la actividad principal. Otra vez mi madre haciendo uso de su poder de persuasión me obligó, digo me sugirió, asistir a las clases de guitarra.

Tres años, dos veces por semana, una hora después de clases, y  algunos fines de semana, sobre todo cuando se acercaban los festivales de la madre y navidad. Esa era mi relación amarga con el arte, donde no encontré el amor que veía en algunos de mis compañeros, que impacientes esperaban poder estar en frente de la rondalla y  lucirse con sus familiares. Mi aspiración iba arrojada hacia que no me tomaran mucho en cuenta. Colocarme en la parte de atrás y hacer como que tocaba.

Hoy me fascina escuchar música, sentirla. Intento bailar, a pesar de mis torpes pies. Incluso años después con ayuda de algunos tutoriales de you tube, retomé la guitarra, esta vez como reto personal y gracias a esto, encontré algo.  Al fin comprendí  la función del arte, la cual es: que cuando no hay palabras, o  nadie que  funja como espejo. La expresión artística se vuelve el medio que nos acerca a nosotros mismos. La música, la pintura, el baile, la escritura o cualquier arte que se nos ocurra, son un camino para mostrarnos como realmente somos, sin límites, sin fronteras. La creatividad al uso de la sociedad y de nosotros.

 El arte y la psicología pueden ser una mancuerna excelente, para poder acceder al autoconocimiento. El cual nos dará las herramientas en los momentos que sintamos que nos derrumbamos ante una realidad, qua veces luce abrumadora.   
Por: Juan Eusebio Valdez Villalobos

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