El mal
de la persona con esquizofrenia no radica en la patología ni en sus derivados,
sino en la incomprensión del mundo hacia él. Se le juzga por una “capacidad”
que pocos de los considerados “normales” poseen, escucharse a sí mismo en
profundidad.
Quienes
miramos al esquizofrénico desde
afuera juzgamos sus conductas, sus manierismos, sus delirios y alucinaciones y
creamos un cuadro clínico perfecto para nosotros mismos, para “comprender” la
patología desde nuestros propios esquemas. Sin embargo y paradójicamente, se me
ocurre que la comprensión del esquizofrénico nos llevaría a la comprensión de
nosotros mismos.
Cuántas
veces te has puesto a escucharte a ti mismo, sin importar el mensaje, sin
importar la aceptación social de lo que piensas. Tenemos la mala costumbre de desechar
nuestros pensamientos por el simple hecho de considerarlos incorrectos,
inadecuados, imposibles porque “pensamos que pensarlos significa actuarlos”,
cuando en realidad no es así.
Un
pensamiento puede derivarse de un hecho o de un sentimiento, aunque a veces no
sucede como tal. Los mensajes que nos envía el inconsciente son herramientas
para comprender nuestra realidad interna y transformarla a través de su
resignificación.
La ira
puede desencadenar ideas de destrucción en función de una experiencia y se
vuelve productiva cuando se trabaja en pro del desarrollo de mi propia persona.
Ninguna emoción es buena o mala, lo que les da connotación es lo que hacemos
con ellas. Así, hay gente que experimenta sentimientos (de esos llamados
positivos) y termina haciendo cosas perjudiciales para sí mismo y para quienes
le rodean.
Si
bien, la intención no es desarrollar la esquizofrenia en la mitad de la
población mundial, si les hago una atenta invitación a que se permitan recibir
tales mensajes, sin juzgarlos, sin etiquetarlos, sin ponerles adjetivos. Quizás
un día alguien descubra que el esquizofrénico
no está tan “loco” después de todo.
Psicólogo Alejandro Monreal
Grupo Miranda Psicología Especializada
No hay comentarios.:
Publicar un comentario