Una visita
“No crees. Porque
no has visto una bruja convertirse en pájaro” me decía la esposa de mi primo,
dejando de sonreír como si estuviera por empezar un tema importante, donde las
bromas están prohibidas. Le comenté que tal vez tenía razón. Ver para creer. Ese
fue el inicio de una serie de anécdotas sobre lo misterioso y lo fantasmal: “yo
vi a una niña” “yo conozco a alguien que conoce, quien platicó con un niño que resultó
ser un fantasma”
“Eres ateo, no
crees en nada” me abordo mi tía con cara de quien esta hablando con un bicho
raro, con un extranjero. Las miradas se fijaron en mí. La temperatura corporal empezó
a subir. Sentía vergüenza. Creo que si no se hubiera llevado la reunión en mi
casa, me corren a patadas por pagano y blasfemo. Se contuvieron y continuamos
con nuestra fantasmal plática. “me destaparon en la noche…. Sentí como alguien
se sentaba a mi lado” todos atentos escuchábamos a mi primo, que con voz baja y
actuando como mimo, nos decía el preciso momento en el que el ser espectral
tomaba sus sabanas, dejándolo descubierto y con los pies fríos. ! Actorazo!
Y así continuaron
las historias de los vivos que se encuentran con muertos. La verdad no me
molesta hablar de estos temas. De hecho, me encanta ver la cara de la gente que
con ojos pelones, representan el instante en el que saltaron al ver el ser del
otro mundo. Es como ver una obra de teatro, ya que te envuelven en una atmosfera
mística y es tan convincente su discurso, que por momentos, dudas de la lógica,
de lo comprobable, de lo tangible. Lo desconocido siempre se presenta en un
disfraz de seducción.
“¿Te acuerdas
cuando una fulana vio alguien en el baño de la casa de tu tío Pedro?“ Decía mi tía
señalando a mi primo que se encontraba en el otro extremo de la mesa, quien
contestaba que: “era mi tía, que no se quería ir”. Esta pequeña escena desató
primero un silencio y después los recuerdos llenos de nostalgia empezaron a
fluir: “te acuerdas de las gorditas que vendía…” “te acuerdas como nos agarraba
el pelo para acariciarnos” “te acuerdas que cada vez que ibas a su casa te ofrecía,
aunque sea frijoles” “sufrió mucho” ”te acuerdas que tu tía…”.
Aquella reunión que
por momentos fue una sesión espiritista. La cual se componía de: mi primo, su
esposa, su mamá que es mi tía, mi tía Angélica y yo. En la cocina de mis papás,
donde el calor era intenso, que tuvimos que ir por unos refrescos y cervezas. Gracias a nuestros recuerdos y risas, trajimos
como invitada a una persona que en forma física ya no se encuentra. Yo no sé si
los fantasmas, las brujas, los duendes, o el hombre lobo existen, en este mundo
real. Siento que es como la religión, cada quien la profesa o no, como quiera.
Solo puedo decir que esa tarde gracias a la forma en que vivió mi tía y los recuerdos
que nos regaló. Sentí como si estuviera ahí, compartiendo la mesa con nosotros
otra vez.
Por: Juan Eusebio Valdez
Por: Juan Eusebio Valdez
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