viernes, 20 de mayo de 2016

Goya

Salchichón que tambalea al caminar. Piernas pequeñas musculosas como troncos. Lentitud es su segundo nombre. De su hocico sale una alfombra roja que se extiende para recibirme cada vez que llego a casa. Para mí siempre hay una sonrisa y un contoneo de caderas. Cola que asemeja el movimiento de las hélices de un helicóptero. En cada encuentro canta de felicidad en forma de gemidos, canto que provoca que un suspiro salga desde mi pecho. Goya es su nombre, desde que mi primo me hizo un presente con forma de una cachorra basset hound.

18 kilos de amor dormilón. Se pasas la mitad del día recostada con sus orejotas en el suelo. Unas veces en el piso de la cocina, otras, busca el patio para que el sol la bañe. Pero su lugar favorito es en las piernas de mi padre, madre, hermano o de cualquiera que use la computadora de escritorio.

Hora del paseo. El sol ya no está. La calle esta iluminada por dos grandes arbotantes que da un color amarillo al ambiente. Goya estira, y vuelve estirar la cadena, quiere correr, quiere volar, quiere romper el sonido. Jamás lo hará, sus piernas que miden solo 16 cm, no están hechas para grandes velocidades.

Al contrario de su velocidad, su olfato es envidiable. Recuerdo que de cachorra, cuando lograba robarme un calcetín. Después de forcejear con él, lo traía con la intención de que yo lo aventara. Para continuar con su juego. Yo aún furioso por el hurto prefería esconder dicha prenda en la pila de ropa sucia. A pesar de los olores tan intensos, la cachorrita se las arreglaba para poder encontrar la calceta, la que ya se encontraba otra vez a mis pies, a la espera de ser lanzada. Es hipnótico verla olfatear por la manzana. Desde arbustos hasta el zacatito que sale de las grietas de la banqueta.

Camina, camina. De frente sin mirar donde pisa. Así camina la salchicha. No necesita sus ojos si tiene tan privilegiada nariz. Su cuerpo se mueve como una oruga cuando se arrastra. De pronto, para. Espalda erguida, cola en alto. Ha detectado un ladrido a lo lejos. Después silencio, es hora de continuar con el camino.

Se han preguntado ¿por qué nos gusta ver dormir, a alguien quien queremos mucho? Bueno yo les puedo decir que a mí me gusta ver dormir a Gregoria. Les puedo decir que cuando alcanza el sueño profundo y sueña. Se le escapa un ladrido y comienza mover sus piernas delanteras como si de una persecución se tratase.


El salchichón con piernas cortas, se ha vuelto parte mi día, de mi rutina. Ha despertado en mí una sensibilidad desconocida. Un núcleo lleno de afecto se ha encendido. ¿Los perros aman? Yo no sé, no soy un perro. Pero si sé algo. Los perros son reflejos, son el reflejo del amor que podemos dar. Y eso para mí, es algo trascendental.  

2 comentarios:

  1. QUE BONITO ESCRITO TE FELICITO MUCHO CHEVO ESTOY SEGURA QUE TODO EL AMOR QUE SALE DE ESTAS PALABRAS GOYA LAS SIENTE CON LA MISMA INTENCIDAD ME SACASTE LAS LAGRIMAS :)

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