SI LEO, EXISTO...
Por: JUAN VARGAS MEDINA
Hace tiempo me deje consentir por
una de mis más grandes pasiones en la vida… Era una calurosa tarde de
primavera, aunque para ser sincero no le veo nada de primavera a este clima tan
cambiante de nuestra querida comarca lagunera, porque así como nos despertamos
con un ambiente agradable, damos paso a un calor sofocante, aderezado por una
tenaz lluvia lagunera, ya que debido a lo árido de nuestra región, cuando
llueve, nos llueve tierra. A pesar de esas vicisitudes climatológicas. Ese día pude
disfrutar plenamente de sentarme en la banca de una plaza pública. Ahí, rodeado
de la sensación atrayente que emanaban los árboles. Observaba a las distintas
personas. Las cuales unas se ejercitaban, otras
llevaban a cabo un paseo en
compañía de su mascota, y algunas simplemente platicaban y gozaban de la
tranquilidad atemporal que nos invadía. Mientras todo esto pasaba, yo
disfrutaba de un vaso con agua de alfalfa.
Al momento de llegar a aquella
plaza impulsado por una fuerza interna me dirigí a la parte trasera del auto.
Abrí la cajuela. Recordé que ya hacía varios meses, había guardado algunos de
mis libros favoritos con la intención de volver a leerlos por el simple hecho
de maravillarme con aquella realidad que desde antaño he disfrutado. Debo ser
honesto, soy un ferviente amante de la denominada vieja guardia de la
literatura hispanoamericana, como
decirle que no a la contemporaneidad de Fuentes, al realismo mágico de Márquez,
a lo utópico de Vargas Llosa, quien sistematiza una realidad muy particular; a la simbología y exquisitez de Borges, a la precisa, brillante y
minuciosa descripción de Paz, o el intelecto de Cortázar.
Así vino a mi mente aquel
recuerdo imborrable de mi adolescencia, en donde tuve el privilegio de leer
aquel libro que mi padre me obsequió. En aquel momento me sorprendió, ya que ciertamente
crecí en un hogar carente de libros, en donde abundaban revistas comerciales
que presentaban al cantante de moda, sosteniendo un idilio amoroso con la
actriz que había sido elegida como la figura del año, gracias a sus destacada
actuación en la película nominada a algún premio popular, al lado de su foto
aparecían las novedades en la programación de la televisión abierta o de
sistema de paga.
Ese fue el punto de ruptura entre
los ideales familiares depositados en mí y en la realidad que anhelaba tomar en
mis manos. Mi madre justificándome frente a mis familiares diciéndoles, “así es
él, se la pasa leyendo”. Como explicarle
a mi madre que me resultaba difícil alejarme de los ecos, que aún retumban en
mí, cuando recuerdo al momento de repasar aquellas palabras que leía en
reiteradas ocasiones. Como le explico que el mexicano es un clown, que intenta
negarse a sí mismo. Como le digo que quiero conocer la resolución de la
hipótesis del autor: “somos unos hijos de la Malinche”, y “quién es la
Malinche, la madre abierta, penetrada”. De
aquel escrito, Incluso pude darme cuenta del significado que tiene la muerte
para el mexicano y como a diferencia de otras culturas, el mexicano hace de la
muerte una fiesta, y así me puedo pasar el día recordando esas citas que
reiteradamente adquieren significado para mi vida.
A medida que fui creciendo en gustos, en
intereses, también modifiqué mis hábitos de lectura. Llegué a la conclusión de que no me hace ser
más interesante porque leo la revista “muy interesante”. La trascendencia de
ese interés radica en la determinación que ejerzo al decidir que deseo leer,
porque de eso se trata la vida, una toma de decisiones constantes para mi trascendencia
personal, por eso decido leer. Por el
simple gusto de hacerlo y enriquecerme a mí mismo. Te invito a que lo
practiques como un ejercicio renovador de ideas que nos permite tener mayor
amplitud cultural, y porque es delicioso tener en tus manos un libro que te
permita desarrollar tu fantasía y gozarla al máximo.
Por cierto, aquel libro del que
hago mención, es “El Laberinto de la Soledad”…
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