miércoles, 25 de mayo de 2016

SI LEO, EXISTO...

SI LEO, EXISTO...

Por: JUAN VARGAS MEDINA


Hace tiempo me deje consentir por una de mis más grandes pasiones en la vida… Era una calurosa tarde de primavera, aunque para ser sincero no le veo nada de primavera a este clima tan cambiante de nuestra querida comarca lagunera, porque así como nos despertamos con un ambiente agradable, damos paso a un calor sofocante, aderezado por una tenaz lluvia lagunera, ya que debido a lo árido de nuestra región, cuando llueve, nos llueve tierra. A pesar de esas vicisitudes climatológicas. Ese día pude disfrutar plenamente de sentarme en la banca de una plaza pública. Ahí, rodeado de la sensación atrayente que emanaban los árboles. Observaba a las distintas personas. Las cuales unas se ejercitaban, otras  llevaban a  cabo un paseo en compañía de su mascota, y algunas simplemente platicaban y gozaban de la tranquilidad atemporal que nos invadía. Mientras todo esto pasaba, yo disfrutaba de un vaso con agua de alfalfa.

Al momento de llegar a aquella plaza impulsado por una fuerza interna me dirigí a la parte trasera del auto. Abrí la cajuela. Recordé que ya hacía varios meses, había guardado algunos de mis libros favoritos con la intención de volver a leerlos por el simple hecho de maravillarme con aquella realidad que desde antaño he disfrutado. Debo ser honesto, soy un ferviente amante de la denominada vieja guardia de la literatura hispanoamericana,  como decirle que no a la contemporaneidad de Fuentes, al realismo mágico de Márquez, a lo utópico de Vargas Llosa, quien sistematiza una realidad muy particular; a la simbología y exquisitez  de Borges, a la precisa, brillante y minuciosa descripción de Paz, o el intelecto de Cortázar.

Así vino a mi mente aquel recuerdo imborrable de mi adolescencia, en donde tuve el privilegio de leer aquel libro que mi padre me obsequió. En aquel momento me sorprendió, ya que ciertamente crecí en un hogar carente de libros, en donde abundaban revistas comerciales que presentaban al cantante de moda, sosteniendo un idilio amoroso con la actriz que había sido elegida como la figura del año, gracias a sus destacada actuación en la película nominada a algún premio popular, al lado de su foto aparecían las novedades en la programación de la televisión abierta o de sistema de paga.

Ese fue el punto de ruptura entre los ideales familiares depositados en mí y en la realidad que anhelaba tomar en mis manos. Mi madre justificándome frente a mis familiares diciéndoles, “así es él, se la pasa leyendo”. Como  explicarle a mi madre que me resultaba difícil alejarme de los ecos, que aún retumban en mí, cuando recuerdo al momento de repasar aquellas palabras que leía en reiteradas ocasiones. Como le explico que el mexicano es un clown, que intenta negarse a sí mismo. Como le digo que quiero conocer la resolución de la hipótesis del autor: “somos unos hijos de la Malinche”, y “quién es la Malinche, la madre abierta, penetrada”.  De aquel escrito, Incluso pude darme cuenta del significado que tiene la muerte para el mexicano y como a diferencia de otras culturas, el mexicano hace de la muerte una fiesta, y así me puedo pasar el día recordando esas citas que reiteradamente adquieren significado para mi vida.

A medida que fui creciendo en gustos, en intereses, también modifiqué mis hábitos de lectura.  Llegué a la conclusión de que no me hace ser más interesante porque leo la revista “muy interesante”. La trascendencia de ese interés radica en la determinación que ejerzo al decidir que deseo leer, porque de eso se trata la vida, una toma de decisiones constantes para mi trascendencia personal,  por eso decido leer. Por el simple gusto de hacerlo y enriquecerme a mí mismo. Te invito a que lo practiques como un ejercicio renovador de ideas que nos permite tener mayor amplitud cultural, y porque es delicioso tener en tus manos un libro que te permita desarrollar tu fantasía y gozarla al máximo.


Por cierto, aquel libro del que hago mención, es “El Laberinto de la Soledad”…

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