lunes, 29 de febrero de 2016

El recuerdo en psicoterapia

"Estamos hechos de lo que hacemos con las experiencias, no de lo que las experiencias hacen con nosotros"
Psicólogo Alejandro Monreal

Ante una pérdida o cualquier tipo de situación desagradable es común escuchar de las personas el tradicional "quisiera olvidar todo para no sufir", frase que si bien, no mata el recuerdo, sí suspende (mientras dura) el crecimiento emocional de las personas. 

Hace unos días le dediqué un espacio en este blog al tema del pasado y me preguntaba lo siguiente: ¿si pudiéramos desprendernos de nuestro pasado, seríamos las mismas personas? Supongo que imaginan cuál será mi respuesta y no me queda más que decir que estamos hechos de recuerdos. Todo aquello que pasó y lo que hicimos con lo que pasó moldeó y le ha dado forma a nuestro presente e influirá indiscutiblemente en nuestro futuro. 

En relación con LO QUE HACEMOS CON LAS EXPERIENCIAS, la psicoterapia es una forma de remodelar nuestra vida intrapsíquica y con ello nuestra vida interpsíquica, siempre y cuando la iniciemos sobre la base del recuerdo. 



Una persona que decide buscar ayuda psicoterapéutica con la intención de olvidar lo sucedido, terminará decepcionada, ya que en consulta se revive el recuerdo cada fracción de tiempo y en muchas ocasiones resulta tan doloroso como la experiencia misma del trauma.  

Algunos podrían decir que la experiencia de la psicoterapia pudiera ser considerada como una tendencia masoquista; sin embargo, a los psicoterapeutas nos gusta pensar que es más bien un compromiso que establece el paciente consigo mismo, en el que la reavivación del recuerdo tiene el fin de darle un nuevo sentido a su mundo interno y externo. Bien lo decía Toño Miranda: "Evolucionamos a través del dolor, no del sufrimiento". 

Psicólogo Alejandro Monreal
Grupo Miranda Psicología Especializada 

viernes, 26 de febrero de 2016

El empacho del prójimo

En una ocasión estando en una reunión con unos ex compañeros de la preparatoria, en medio del baile y el brindis; llenos de recuerdos y nostalgia, empezó el chismorreo. Así los rumores como las bebidas se inauguraban “sabes quién está embarazada” “sabes quién se casó” “ya viste las lonjas de fulanito” “que a zutanito le puso el cuerno a…” parecía como si el castigo por no haber asistido fuera que todos los presentes tendríamos que devorarlos.

Y ahí en el banquete, nadie se detenía por un tiempo para reflexionar en  cómo afectan los comentarios negativos; no solo a nuestros ex colegas, ni siquiera preguntarnos cuales son las consecuencias o repercusiones de dicha conducta, solo pasábamos el plato. Al final de cuentas  ¿Quién se puede resistir a dar un bocado de prójimo?

Ahora imaginemos un panorama en donde todas esas conversaciones que tenemos de los ausentes, llegaran a oídos de estos, seguro que el único que nos quisiera acompañar a la siguiente fiesta seria nuestro amigo canino.  Y es que estas conductas tan aceptadas en los lavaderos y en las cantinas. Cuando se realizan de manera sistemática, reflejan sentimientos de envidia, entendiendo esta, como el deseo de adquirir lo que el otro tiene, ya sea: su coche, su familia, su trabajo etc.

 La envidia como motor de nuestra vida, tiene como finalidad, destruir la reputación del envidiado con la fantasía de adquirir lo deseado. Es decir, concentrarnos en cualquier movimiento de nuestro vecino, hermano o quien sea del cual queramos algo, obligándonos a dejar en segundo plano a nuestra persona, que al estar en un peldaño abajo; metas, sueños y vida en general sufre un estancamiento, el cual genera frustración y esto a la vez hace aparecer el rencor. Ahí es, cuando lo sabroso se convierte en empacho dejando como consecuencia una dañada autoestima.

Al final de aquella velada  nadie quería abandonar la mesa ni para ir al baño, supongo que los tacos al pastor estaban deliciosos  o a lo mejor es que el miedo de ser el siguiente platillo estaba presente.
Próximo enlace: remedios caseros para el empacho: desde la salivita en el ombligo hasta la intervención del psicólogo. 

Por: Juan Eusebio Valdez Villalobos


miércoles, 24 de febrero de 2016

El pasado tiene un sentido

Imaginen que por arte de magia pueden deshacerse de su pasado, ¿serían hoy las mismas personas? Todo lo que hayamos vivido, tragedias y desventuras, aciertos y alegrías determina hasta cierto punto nuestro presente e influyen, sin duda alguna, en nuestro futuro. Ya lo dijo Ortega y Gasset: yo soy yo y mi circunstancia, mientras que por su parte el Dr. Santiago Ramírez nos advirtió que de cierto modo: infancia es destino, y con respecto a la última cita, creo que el doctor no se refería a algo determinante ni inmutable sino a la necesidad de mantener vivo nuestro pasado con miras a un futuro mejor. 


lunes, 22 de febrero de 2016

Sobre la superstición

Independientemente de su naturaleza ilógica, la superstición nos acompaña desde tiempos inmemoriales. Nos advierte de nuestra fragilidad ante el mundo y rompe con la ilusión de control que tenemos del mismo. En manos del azar o de un poder divino ponemos lo que no podemos controlar, lo que está más allá de nuestro alcance, la solución a lo imposible. 

La imagen que ven a abajo, en efecto, está invertida, pues la creencia oriental nos dice que cuando un elefante tiene la trompa hacia arriba indica buena suerte. Siempre y cuando la supertición no refuerce el miedo o cierre más senderos de los que abre, estaremos ante la posibilidad de encontrar eso que llamamos "verdad".

 Psicólogo Alejandro Monreal
Grupo Miranda Psicología Especializada

Todas las relaciones son amorosas

Dice por ahí una frase que "en la medida en que amamos, también somos capaces de dañar al otro". Independientemente de las distintas posturas con respecto al amor, al odio y sus derivados, todos nos hemos relacionado con alguien más de uno u otro modo, es parte de nuestra naturaleza, somos seres gregarios que difícilmente podemos estar solos, y cuando lo estamos tenemos la tendencia a evocar recuerdos que nos remiten a situaciones en las que nos vemos acompañados de alguien más. El ser humano no es producto de su propia actividad individual, sino de las interacciones que ha establecido con el correr de los años, desde que vino a este mundo. 

Las relaciones son tan complejas y complicadas que nos hemos dado a la tarea de clasificarlas de acuerdo con ciertos criterios tan variables y específicos como quien los sugiere: podemos hablar de intensidad, prolongación, parentesco, trabajo, etc. y con base en ese criterio,  agregamos una carga emocional con todo y sus niveles, así, decimos que se quiere más al hermano que al amigo, al perro que al vecino, a la madre que a la novia y un larguísimo etcétera. En efecto, nadie le dice (o al menos no muchos) al vecino que lo ama, no, al vecino, como dicen los buenos norteños "se le quiere". No podemos concebir el sentimiento de amor fuera de las personas que no están en nuestro círculo interno e incluso entre ellas, hacemos diferencias con respecto al amor. 

El problema con lo anterior, radica en nuestro propio lenguaje o mejor dicho idioma, ya que cuando a afecto nos referimos, tenemos varias palabras, cada cual, más intensa que la otra: a los que queremos poquito les decimos que los queremos y solo a los novios o novia los amamos. Sin embargo, en inglés solo existe una palabra para decirle a alguien que lo queremos: LOVE, independientemente de si es amigo, novio o conocido. ¿Ahora ven por qué nos complicamos tanto para el amor? 

El problema no es el sentimiento ni las palabras con que se expresa, lo que debe de ocuparnos es el compromiso con nosotros mismos en relación con el amor.

Psicólogo Alejandro Monreal
Grupo Miranda Psicología Especializada

jueves, 18 de febrero de 2016

Lazos que nunca se rompen.

"En definitiva, todo aquello que nos tocó profundo una vez nos tocará para siempre".

Antes de comenzar a darle sentido a la frase con la que inicié este texto, quisiera aclarar lo siguiente: 

Este tema ya había sido abordado por mí con anterioridad a través de la aplicación Periscope, cuya fama se ha acrecentado últimamente en dispositivos móviles, ya que permite compartir contenido en Stream de forma instantánea. Elaboré el material de manera audiovisual puesto que mi intención era que perdurara en la red; sin embargo me llevé una desilusión, ya que el contenido no duró mucho tiempo disponible. Las razones las desconozco, pero sospecho que se debe a que soy neófito con respecto al uso de la aplicación. Espero y más delante tener éxito en eso. 

Ahora sí, dediquémonos a significar la frase con la cual inicié, no sin antes aclarar, también, que la idea surgió luego de consultar a un paciente hace algunos días. Por convencionalismo social, o por razones que tal vez pudiera soslayar, estamos acostumbrados a decir que una vez que terminamos formalmente una relación amorosa (todas las relaciones son amorosas, luego dedicaré un espacio para hablar de ello), decimos que hemos quedado desvinculados totalmente de aquella persona que significó algo muy importante para nosotros en determinada época de nuestras vidas, tanto así, que nos "atrevemos" a decir (inconscientemente) que en definitiva, ya no sentimos nada por esa persona, incluso, creemos, por "dignidad" que ya no debemos siquiera preocuparnos por aquel o por aquella. 

La verdad es que si tomamos en cuenta cómo es que se construye la vida psíquica (emocional) de una persona, es con base en objetos (no son objetos, son personas, pero así se refieren a ellas los psicoanalistas). Objetos de amor o de odio, terminan siendo objetos significativos en nuestras vidas, y es imposible desligarnos de ellos; lo más que podemos hacer es reprimir; sin embargo, reprimir no significa olvidar, ya que si no hubiera recuerdo no habría nada que reprimir. 

Considero que en lugar de esforzarnos por olvidar, habríamos de re-significar la relación emocional (intrapsíquica) que llevaremos con esa persona que socialmente ya no forma parte de nuestra vida, pero que emocionalmente seguirá vinculada a nosotros. 

La distancia no rompe el vínculo, tampoco puedo asegurar que lo vuelve más fuerte, pero en efecto, si tocó y tocó profundo, será como un hilo invisible atado a una parte importante de nosotros, que dependiendo del trabajo interno que dediquemos puede ayudarnos o perjudicarnos. 

¿Debería de preocuparme por alguien que "ya no está en mi vida", si ya no somos nada? Considero que es algo muy personal y con respecto a si son o no son nada, creo que lo más adecuado sería decir: Es alguien importante para mí. 

 Psicólogo Alejandro Monreal
Grupo Miranda Psicología Especializada

martes, 9 de febrero de 2016

Deseamos desear

Fuera de terapia, entre familiares y amigos suelo hacer una pregunta, ¿Que quieres para tu vida? Las respuestas son variadas, desde un "no se", hasta planes muy detallados sobre su futuro, sin embargo todos tienen una afirmación en común, "quiero ser feliz", hay  mucho contenido en esta pequeña frase de tres palabras a las que se les debe poner mucha atención, por que no conozco personas exentas que las hallan mencionado con anticipación. 

Primero esta la palabra "quiero" que refleja un deseo a futuro y no una constante del presente, este hecho superficial nos hace pensar que queremos cosas que no tenemos, ¿y como saber que es? es posible que ya lo hallamos experimentado antes o en tiempo actual y no tengamos ni idea de lo que es. El siguiente punto, el significado de " ser feliz" en mi experiencia terapéutica y personal, cuando determinamos lo que es ser feliz de manera personal, entiendo un concepto mas similar a estar "en paz" que al de realización extraordinaria al que se acostumbra escuchar, entonces me pregunto si somos conscientes de lo que decimos cuando rezamos la frase "quiero ser feliz".

Es aquí donde empieza mi debate interno, entre lo que realmente estamos buscando contra lo que se desea, ¿sabemos lo que queremos? o ¿queremos lo que no sabemos? no concibo una respuesta a como hacer "feliz" a alguien, pero entiendo lo que necesitamos para estar en "paz", y tengo la teoría de que cuando nos referimos a "querer ser felices", realmente hablamos de la capacidad de soñar y querer mas, de alcanzar nuevas metas y llegar a nuevos limites, conocer lo desconocido y sentir al limite de nuestras capacidades, en pocas palabras esas tres palabras hablan realmente que nosotros como personas deseamos desear.

Psicólogo Jorge Raúl Díaz Martínez


Remedios Varo "la llamada" 1961