Mi primera vez
Al adentrarme en
el boulevard, el sol me pegaba de frente, y es que a quien se le ocurre hacer una cita a las 10
de la mañana de un sábado, sobre todo después de que el viernes había asistido
con unos amigos a ponernos al tanto de la semana. Luego de la quinta cerveza,
era normal que me costara un poco levantarme al día siguiente. A 10 minutos de camino, me encontraba tocando el
timbre de aquel edificio pequeño, se abrió la puerta, y ahí estaba quien fue mi
terapeuta por 4 años.
El consultorio
era como una pequeña sala, solo contaba con dos sofás, recuerdo que había una
lámpara al fondo de la habitación “siéntate
donde quieras”, decidí colocarme en el sillón más grande, un aire frió recorrió
mi espalda, es que sabía que tenía 15 minutos
de retraso. Aún recuerdo el cuadro que estaba justamente frente a mi cara, eran
dos siluetas, que formaban una especie de abrazo, hubo horas enteras en los que
traté de interpretar esa imagen.
No tenía motivo
de consulta, me había decidido asistir por recomendación de mi coordinador, con
la premisa de “cómo quieres dar terapia,
si nunca has sido paciente” tenía razón, es por eso que solicité a un ex
maestro, del cual sus clases siempre me habían parecido lo mejor de la universidad,
que si podía iniciar terapia con él.
Los primeros dos
meses, la pasamos charlando de los resultados del futbol, de música, de
psicología, de películas, todo parecía una plática muy amena, a veces me hacía
preguntas de mi familia, de mis amigos, de mi niñez, llegó un punto que pensé
que la terapia, cualquiera la podría dar, que solo era sentarse por 50 minutos
y hablar de temas triviales al mismo tiempo de poner cara de interesante. Todo
esto cambio cuando mi terapeuta pregunta “¿quién eres?” y yo me quedé sin poder
responder, incluso mis ojos terminaron húmedos.
En esa pequeña
habitación sentado en el mismo sillón, con el pasar de los meses, pude superar
la vez que me rompieron el corazón, sin odiar a las mujeres, pude aprender a
plantarme contra mis padres para poder decirles lo que realmente quería para mi
vida, supe cuál era mi rol en la familia y cuál es mi lugar en la sociedad,
incluso el día que el fracaso aparecía en la escuela, pude darme cuenta que si me lastimaba
era porque había encontrado mi vocación como psicólogo, y es que después de que
se acaban las trivialidades , solo quedas tú, y al estar a solas contigo, es
cuando el dolor toma sentido, reconoces la felicidad y sobretodo aparece el
aprecio hacia uno mismo.
No
quiero ser otro psicólogo diciendo que la psicoterapia es la panacea de la
salud mental, pero puedo compartirles mi verdad, que es que la terapia
realmente funciona, pero que no es el mismo camino para todos, ni la misma
meta, es por eso que los invito a dejar de lado esas creencias arcaicas del
psicólogo y lo vean como una herramienta, no solo para la salud, sino como una vía para el auto-descubrimiento,
porque al final les puedo decir que en mi caso como paciente, lo que me hizo
las visitas semanales con mi psicólogo, fue a aprender a estar conmigo.
Juan Eusebio
Valdez Villalobos
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