Ya casi te veo. Corriendo de aquí para allá, tocando el claxon en los semáforos, apresurando al caracol que conduce delante de ti. En tu mente solo cruzan la infinidad de regalos pendientes por comprar, por envolver, por entregar. La cena, el pastel, las vacaciones, quizás.
En casa, en la escuela, en el gimnasio o en la casa de un amigo, tu hijo o hija imagina la escena de la noche buena. Quizás todo esté de más: el pavo, la pasta, los adornos salen sobrando, lo único importante son los regalos. En tu mente bailan esas ideas: la sonrisa de tus hijos, el papel al ser rasgado, los gritos… los aplausos.
¿No estás olvidando algo? Lo que importa no es la figura, sino el fondo, lo que le da contexto y valor. El regalo deja de serlo si no existe el sentimiento, la intención. El videojuego solo es eso. A su alrededor está el amor, el cariño, la impaciencia, qué sé yo.
Hay regalos vacíos, en efecto. Date tu tiempo, detén el coche, deja de tocar el claxon. Quizás el mejor regalo no sea el que va envuelto en una caja. Tal vez, el mejor regalo sea aquello que ya no es, que se fue hace un segundo, aquello que perdiste mientras leías estas líneas: la convivencia, la intención… el tiempo.
Psicólogo Alejandro Monreal
Grupo Miranda Psicología Especializada
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