miércoles, 28 de septiembre de 2016

Diablo en tierra de Santos



¿Y tu porque le vas al Toluca?, es una pregunta que he escuchado la mayoría de las veces cuando alguien se entera de mi afición por el equipo del Estado de México, debo decir que no los culpo, entiendo que se tome como algo inusual encontrar un diablo rojo por esta tierra que es de santos.

Mi afición hacia el club mexiquense nace en el año del 2000, yo con 7 años de edad desde la ciudad de Chihuahua miro como un equipo de Rojo gana una final 5 goles a 1 a un equipo de verde y blanco, a partir de ahí decido irle al Club Deportivo Toluca, lo que comenzó como una decisión basada solo en un partido particular al paso de los años se volvió en un sentimiento enorme por esos colores tan característicos de los Diablos Rojos.

A menudo mi afición hacia el Toluca me hizo sentir excluido, varias fueron las ocasiones donde solo fungí como espectador en pláticas referentes al Santos, ahí estaba yo observando como un partido de tenis de izquierda a derecha como alguien hablaba de Apud, del ruso Adomaitis etc. Mientras la plática transcurría yo solo pensaba en una manera silenciosa e indetectable de salir de esa platica donde no participa ni siquiera para asentir con la cabeza.



Recuerdo aquella final del 2010, si, esa donde esos caprichosos penaltis le arrebataron al Toro Vuoso la oportunidad de salir en hombros del estadio, penaltis que viví como niño, grite, maldije, llore cuando Matías se disponía a patear y claro, lloré cuando Talavera voló y con las uñas desvió aquel impacto de Fernando Arce. Después del partido salí de mi casa y claro, la ciudad estaba sola, literalmente solo yo salí a festejar aquel nuevo campeonato rojo, en el trayecto de regreso a casa imaginaba las calles de la ciudad de Toluca repletas de gente festejando, recuerdo bien mi sentir, era el no pertenecer a aquí. Después ese sentimiento se extinguió pues gracias a mi familia y amigos comprendí que el ser diferente, aunque en este caso solo se trate del equipo de futbol favorito, no debe de impedir el disfrutar lo que eres.

En muchas ocasiones nos sentiremos distintos al resto, sentiremos que no encajamos dentro de un grupo en particular y probablemente busquemos cambiar para poder encajar, pero, ¿Por qué no aceptarnos como lo que somos? Si realmente nos aceptamos nos resultara mucho más fácil digerir que no siempre vamos a coincidir con gente que tenga los mismos gustos que los nuestros. Reconocer lo que somos y aceptarnos como tal, nos ayudara a identificar las cualidades y defectos que cada uno de nosotros poseemos de una manera distinta que nos permita sentirnos cómodos siendo distintos a los demás.

Guillermo Badillo Pérez 
Grupo  Miranda Psicología Especializada


sábado, 17 de septiembre de 2016

¡Viva!

¡Viva!

Por: Juan Valdez

El 15 de septiembre pasado en el Ponciano Arriaga, un bar que le tira a cantina contemporánea, o sea con aires de “jipster”. Un lugar que combina distintas expresiones de la cultura popular mexicana. Desde la virgen de Guadalupe, pasando por la lucha libre hasta llegar a la mecedora de fierro, que está presente en casa de muchas  abuelas. Llevó a cabo su noche mexicana. Con cumbia y toda la cosa.

Se dice que una cumbia no se le niega a nadie, mucho menos si es de Tropicalísimo Apache. Es pecado ser de La Laguna, sin saber por lo menos 5 rolas del conjunto más sabroso de este lado del desierto. Oasis con güiro. Ritmo que marca la idiosincrasia del lagunero. Preocúpate si no pudiste citar las 5 canciones y al mismo tiempo marcarla, porque te hace falta barrio.

Los encargado de la música del fiestón fueron los “Sopa y mole”, banda que mezcla covers de éxitos cumbancheros laguneros con rolas de su propia autoría. Rodeados de mezcal, sotol, tequila y cumbia, mi hermano, amigos y amigas, dimos el grito: ¡Cu cu cumbia!

En la pista de baile improvisada cercada por las mesas en el bar, pude observar como chavos y chavas que a primera vista se les podría llamar de cualquier forma, excepto como bailadores de cumbia, gastaban suela y simulaban con sus manos hacer un “huevo en torta”. Éxito de los sopa y mole, por cierto. Demostrando que el ritmo tropical se lleva en la sangre.

Me pregunto: si el ritmo se  lleva en la sangre: ¿Por qué algunos la cara de lunes en la mañana los acompañó toda lo noche?  ¿Por qué nos negamos a bailar cantar o sentir? ¿Por qué nos cuesta tanto mostrar nuestro ser ante al mundo? ¿Por qué nos importa más la opinión de un desconocido que la opinión de nosotros? ¿Por qué dejamos de bailar una cumbia por andar de poser rockerillo? ¿Por qué nos olvidamos de lo divertido de la vida?

Y no faltara el pesimista disfrazado de realista que dirá que no hay nada que festejar, que la gasolina, que la casa blanca de la gaviota, que la tesis, que la selección, que los atletas olímpicos. Pero yo les digo, que la vida es una cadena de decisiones y poder ser feliz y autentico es una decisión.

De nuestra capacidad de decisión depende nuestra forma de ver el mundo. Nota: no significa que hay que ver la vida en color rosa o que nos pasemos de un festejo a otro, pero es un hecho que de nosotros depende alcanzar la calidad de vida que deseamos. También de nosotros depende buscar las herramientas para poder cambiar cosas que nos son nada agradables. Acudir con un profesional, es un muy buen primer paso. Porque el poder disfrutar la vida con cumbia o sin cumbia, está en nuestras manos.


Por lo pronto el jueves se celebró a México, a Coahuila, a Durango, a La Laguna. No celebramos al gobierno, ni la corrupción, ni el plagio de Peña. Nuestro grito al aire fue por nuestras raíces, nuestra historia, por nuestros ritmos. Así que: ¡Viva México! ¡Viva la cumbia!  

Foto por: José Luis García. Pagina de Facebook: 
José Luis García Photographer

martes, 13 de septiembre de 2016

El día que decidí invertir el tiempo en mí



Durante mis años de universidad, siempre tuve un trabajo de medio tiempo, que aunque me gustaba; terminaba por consumir gran parte de mi tarde que pude haber utilizado en cuestiones, como tareas, trabajos y prácticas, sin tener que ir corriendo y pensando en mi lista de actividades por hacer durante los cuatro años y medio que duraron mis estudios de licenciatura. Casi siempre, terminaba por dejar de disfrutar algunos momentos y siempre supe que se debía a la cantidad de actividades por cumplir. 

El día que me gradué, me hice la promesa de dedicar más tiempo para mí, de olvidar las prisas, de dejar de pensar en esa lista de pendientes interminables; sin embargo, hubo ocasiones, en las que el tiempo libre y sus implicaciones me hacían sentir culpable, y para matar la culpa, retomaba mi antiguo hábito y comenzaba a pasar lista de todos los pendientes, que aunque no debiera concretar en ese momento, tarde o temprano tendría que hacerlos. Fue a partir de lo anterior, que me di cuenta de mi verdadero problema: yo misma no me daba permiso de invertir el tiempo en mí. 

Cuando era niña, disfrutaba mucho bailar, así que recientemente decidí regresar a clases, con la intención de volver a hacer lo que me gusta; pero, contrario a mis expectativas, descubrí que, aunque era puntual y constante, no respetaba plenamente el tiempo destinado a la clase, pues mientras practicaba, me veía a mí misma dándole vueltas a asuntos sin relación con la clase de baile (esto aplica en distintas situaciones de mi vida). Pensaba que las actividades personales, mi tiempo libre, todo lo que me gustaba, era de menor importancia que lo que mantenía dando vueltas a mi cabeza. 

Al descubrir que no estaba disfrutando realmente lo que hacía o no respetaba el tiempo destinado para ello, comencé a realizar pequeños cambios, como respetar mis horarios, dedicar el tiempo de trabajo exclusivamente al trabajo, el tiempo para mi familia exclusivamente a mi familia, el de mis amigos a ellos, y el mío, aunque fue el que más trabajo me costó, ahora lo dedico a mí.

Este cambio me llevó a disfrutar más las cosas que hago: ir a pasear a mi perro, leer, ver una serie, colorear, el camino a casa, incluso el trabajo. Además de todo lo anterior, siento que ahora también, puedo realizar mis demás actividades con mayor calidad, pues estoy respetando el tiempo exclusivo para cada cosa. 

Realizar este cambio fue un proceso difícil, ya que implica otorgar prioridades, organizar horarios y actividades, así como la flexibilidad para entender que no siempre se pueden hacer las cosas como queremos, y ser conscientes de que hay situaciones fuera de nuestro alcance que en ocasiones nos llevarán a modificar la rutina, siempre y cuando se respeten los límites. Implica aceptar que no es malo tener tiempo libre, que hay que aprender a disfrutar el tiempo con uno mismo.

Psicóloga Krizia Rivera Floriuk
Grupo Miranda Psicología Especializada